martes, 30 de xuño de 2020

Feijóo, o PPdeG e a hegemonia

É claro que Feijóo é o mordomo político das elites económicas, mas a esquerda parece conforma-se com ser a aristocracia cultural duns sectores subalternos aos que reganhar eternamente.


CARLOS CALVO VARELA

”¿Por qué gana la derecha?”. Este é o título dum vídeo de 2012 em que Xosé Manuel Beiras explicava a Pablo Iglesias em La Tuerka as razons das vitórias eleitorais do PP. Mas também é um excelente resumo da teoria da dominaçom que forma parte da filosofia espontânea da esquerda galega. Segundo Beiras, a sociedade dividiria-se entre umha minoria ativa de cidadaos exercentes e desalienados e umha maioria passiva de cidadaos nom exercentes (nom sendo para votar) e submetidos à alienaçom através do marketing, a manipulaçom e os poderes mediáticos. Pondo de exemplo o caso do Prestige e a escassa traduçom política do descontentamento nas eleiçons, Beiras sublinha como os “segmentos ativos, lúcidos e que pensam em termos críticos” nom som capazes assim de operar grandes transformaçons. Como culminaçom deste argumento o líder nacionalista acha atualmente impensáveis as mudanças sociais importantes através de eleiçons.

 
DIEGO AMEIXEIRAS Feijóo na hora da sobremesa

Esta filosofia espontânea da dominaçom é umha das herdanças fossilizadas da vulgata leninista, a da noçom de “ideologia” como engano, ilusom, estafa ou ocultaçom que haveria que desvendar (a desafortunada metáfora do “rei despido” que se está a usar nesta campanha). Mas também tem a ver com o inconsciente professoral de boa parte dos quadros e dirigentes do nacionalismo galego. Neste sentido Bourdieu falava da “vaidade” das tomadas de posiçom políticas “que consistem em aguardar umha verdadeira transformaçom das relaçons de dominaçom” como “fruto da predicaçom racional e a educaçom ou, como às vezes pensam de forma ilusa os mestres, de umha ampla logoterapia coletiva cuja organizaçom corresponderia aos inteletuais”. Tal conceçom da dominaçom remata dando em consequências graves: a primeira, numha relaçom paternalista com os subalternos, eticamente intolerável e politicamente nefasta (cujo corolário som os tradicionais insultos às classes sociais que se pretendem defender —os dinossauros que amavam os meteoritos, as cidades em descomposiçom, o povo suicida, et cétera—, explicitados quando os resultados eleitorais som frustrantes) e que, aliás, nos inabilita para dar conta das verdadeiras causas que tornam “razoável” que a gente comum vote num partido neoliberal como o PPdeG. Naturalmente, o poder mente e manipula no seu interesse todo quanto pode, mas nengumha “revelaçom”, mesmo que seja no programa de Jordi Évole, vai ser decissiva para erodir a hegemonia dum partido em que a gente nom vota precisamente porque pense que é impermeável à corrupçom.

Bourdieu falava da “vaidade” das tomadas de posiçom políticas “que consistem em aguardar umha verdadeira transformaçom das relaçons de dominaçom” como “fruto da predicaçom racional e a educaçom ou, como às vezes pensam de forma ilusa os mestres, de umha ampla logoterapia coletiva cuja organizaçom corresponderia aos inteletuais” 
Com esta pobre artilharia conceitual a esquerda nom parece ter muito que fazer ao enfrontar-se com umha cultura política, a do PPdeG, fundada por um homem como Fraga que na década de 1950 já citava Gramsci para as batalhas culturais do novo franquismo pró-estadunidense e que no processo autonómico encetou um dos exemplos mais impressionantes de revoluçom passiva. Também Feijóo está a demonstrar ser um discípulo mais que solvente, que sabe partir do sentido comum popular para direcioná-lo cara aos seus interesses neoliberais, que continua a praticar com sucesso isso que o comunista sardo chamava “transformismo” e que sabe, sobretudo, que as identidades políticas nom venhem pré-definidas polas relaçons económicas objetivas senom que se constroem e se desputam nas batalhas culturais, nesse terreno ambíguo por excelência que é o nacional-popular.
Feijóo está a demonstrar ser um discípulo mais que solvente de Manuel Fraga, que sabe partir do sentido comum popular para direcioná-lo cara aos seus interesses neoliberais
Chamar-lhe fascista pode ser moralmente mui reconfortante, mas o adjetivo oculta muito mais do que ajuda a compreender. Esta é umha das liçons básicas do Stuart Hall, quem no seu livro The Hard Road to Renewal: Thatcherism and the Crisis of the Left analisa o projeto hegemónico thatcherista, que qualifica de “populismo autoritário” e que tem muitos pontos em comum com o do populismo conservador galego. Para o teórico jamaicano o “seu êxito e a sua efetividade nom residem na sua capacidade para embaucar um povo ignorante, senom na forma em que se dirige a problemas e experiências reais e vividas, a contradiçons reais —e como, aliás, é capaz de representá-las dentro dumha lógica discursiva que as alinha sistematicamente com as políticas e estratégias de classe da direita—”. É claro que Feijóo é o mordomo político das elites económicas, mas a esquerda parece conforma-se com ser a aristocracia cultural dumhas subalternas eternamente reganhadas, que nom só som as que mais padecem o estigma étnico e as desigualdades de classe senom que ainda por riba tenhem que ver como som continuamente (em cada gesto) reprovadas em exames espontâneos de consciência nacional ou de classe.

El olvido de las familias por parte del Estado español

El olvido de las familias por parte del Estado español - Vicenç ...

Vicenç Navarro
Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra y Director del JHU-UPF Public Policy Center

 

Según la retórica dominante en los mayores establishments políticos, mediáticos y culturales del país, la familia es la unidad central de la sociedad española, pilar de todos los demás. Esta percepción, ampliamente promocionada por tales establishments, entra en conflicto, sin embargo, con el escasísimo apoyo que el Estado español ofrece a las familias en este país. En realidad, este apoyo, ya sea en términos de transferencias públicas o en número de servicios públicos orientados hacia las familias, es de los más bajos de la UE-15 (el grupo de países de semejante nivel de desarrollo económico al español). Los datos hablan por sí solos. El gasto público en escuelas de infancia (en España, conocidas como "guarderías") es de los más austeros de la UE-15. Un tanto igual ocurre en cuanto al apoyo de gasto público para los servicios de atención a la dependencia, que incluyen desde los servicios domiciliarios de atención a las personas con discapacidades y gente de la tercera edad, hasta las residencias para atender los casos más graves de dependencia. La elevadísima mortalidad por coronavirus entre los ancianos en tales residencias, una de las más altas de la UE-15, es una de las consecuencias de estos enormes déficits (ver mi artículo "Elementos esenciales pero olvidados de la reconstrucción social y económica", Público, 22.06.20, para conocer el enorme déficit de gasto público en cada uno de los capítulos citados aquí).

¿Por qué los servicios de ayuda a las familias están tan poco financiados?

En realidad, estos servicios a las familias son los menos desarrollados del muy subfinanciado Estado del Bienestar español. Y la causa de este enorme déficit es el escasísimo poder que la mujer tiene en este país, siendo ésta la que suple la gran escasez de tales servicios. Familia, en España, equivale a decir mujer. Esta atiende a las criaturas, adolescentes y jóvenes que viven en casa hasta los 29 años como promedio, a sus parejas y a las personas mayores, a la vez que un 61% trabajan, además, en el mercado de trabajo. La mujer española está sobrecargada, y no es extraño, pues, que tenga tres veces más enfermedades derivadas del estrés que el hombre. 

Esta centralidad y sobrecarga de la mujer en las tareas familiares caracteriza a las familias españolas, y es promovida por las fuerzas conservadoras, que reproducen una cultura arraigada históricamente en una ideología religiosa que asigna a la mujer el papel de cuidadora de la familia. Pero por mucho que se intente justificar esta división de responsabilidades familiares, bien en base a principios religiosos o en base a una supuesta inclinación natural biológica, el hecho es que la evidencia internacional claramente muestra que tal sobrecarga familiar, facilitada por la falta de ayuda por parte del Estado, puede revertirse, beneficiándose con ello no solo a la mujer, sino a toda la familia. En realidad, se ha visto que en la medida en que la mujer adquiere más poder, la familia cambia, a fin de aliviarse de la enorme sobrecarga que la familia tradicional le supone. Y, como indicábamos, a medida que la mujer adquiere más poder la familia cambia, para el bien no solo de la mujer, sino también de los otros miembros de las familias, sean criaturas, jóvenes, parejas o ancianos. Un ejemplo de ello es lo que ha ocurrido en los países escandinavos, en general, y en Suecia, en particular, país que conozco bien, por haber vivido en él. 

¿Quién cuidaba a la madre de mi esposa en Suecia?

  El lector me permitirá aquí una nota personal. Viví en los años sesenta -cuando tuve que exiliarme de España por razones políticas- en Suecia. Y allí mi vida se enriqueció enormemente cuando conocí a la que se convirtió en mi esposa desde entonces. Mi esposa es sueca y mi suegra también. Ambas forman parte de una familia encantadora. Pues bien, hace treinta años mi suegra, de 82 años, se cayó y se rompió el fémur, situación muy común entre los ancianos y que le pasó también, por cierto, a mi madre, cuando tenía 92 años, años más tarde en Barcelona, lo cual me dio la oportunidad de comparar cómo España cuidaba a sus ancianos con la experiencia vivida en Suecia. 

 En Estocolmo, mi suegra recibía cinco visitas al día de los servicios domiciliarios, gestionados por el ayuntamiento y financiados por el ayuntamiento, por el gobierno regional y por el Estado central, además de su pensión. Estas cinco visitas diarias consistían en: una por la mañana, para levantarla y darle el desayuno; otra, al mediodía, para prepararle la comida; otra, a media tarde, para llevarle libros y/o a pasearla con una silla de ruedas; más tarde otra, para prepararle la cena; y otra, a las dos de la madrugada, para llevarla al baño. Repito, ¡cinco visitas al día! Y durante el tiempo que fuera necesario. Y cuando yo cené con el ministro de Salud y Asuntos Sociales (era conocido en Suecia y tenía amistades en el gobierno socialdemócrata, al cual asesoré hace años cuando se establecieron tales servicios, conocidos como el 4º pilar del Estado del Bienestar, que empoderaba a la ciudadanía con un derecho universal e individual: el derecho de acceso a los servicios de ayuda a las familias -que incluyen predominantemente la escuelas de infancia y los servicios de atención a la dependencia-) me dijo: "Vicenç, hacemos esto porque es uno de los programas más populares, de manera que cuando las derechas gobiernan -lo cual hacen de vez en cuando- no se atreven a cambiarlo. La otra razón es que es más económico tener a tu suegra en su casa que en el hospital. Y tercera, creamos empleo". Una de cada cuatro personas adultas en Suecia trabaja en el sector público, mayoritariamente en los servicios del Estado del Bienestar (es decir, en sanidad, en servicios sociales, en educación, en vivienda, y un largo etcétera). En España es una de cada ocho. Si tuviéramos el mismo porcentaje de empleo público que Suecia, tendríamos 3,2 millones más de personas pagando impuestos, y enriqueciendo el país, además de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía y sus familias. Es más, estos servicios facilitan la integración de la mujer en el mercado de trabajo, compaginando su proyecto profesional con sus responsabilidades familiares. De ahí que el porcentaje de mujeres que trabajan en el mercado laboral sea de un 80%, mucho mayor que en España (solo un 61%). Y para entender el enorme impacto de tales servicios tienen en la creación de empleo hay que saber que se ha calculado que por cada persona empleada en estos servicios se facilita que dos mujeres más puedan integrarse en el mercado de trabajo. En realidad, no hay inversión pública más eficaz para crear empleo que la inversión en el 4º pilar del Estado del Bienestar. 

Ni que decir tiene que este cambio exige una revolución cultural, que incluye el cambio en la distribución de las responsabilidades familiares, con una activa participación del hombre en tales tareas de cuidado de las familias. La mujer sueca entonces trabajaba de 28 a 30 horas en tareas del hogar. Los hombres, 20-22. En España, la proporción era 42 y 8. Ni que decir tiene que la situación ha mejorado notablemente en nuestro país, aunque permanecen las diferencias notables entre mujeres y hombres en las tareas familiares. Así, por ejemplo, según datos del European Institute for Gender Equality para 2016, la mujer sueca dedica 11,9 horas a la semana a las tareas del hogar y el hombre 9,3, una diferencia de 2,6 horas. En cambio, en España las mujeres dedican 20,1 horas a la semana a las tareas del hogar, por 11,1 de los hombres (una diferencia de 9 horas). 

Tales cambios afectaban a todos los miembros de la familia, mejorando su vida. El hombre adquiría el derecho a cuidar a la familia y tener más tiempo para dedicarse al cuidado de las criaturas, niños y adolescentes, además de las personas mayores. Y ya en temprana edad, en las escuelas de infancia (de 0 a 3 años), se les enseñaba a las criaturas que no había tareas de mujer y tareas de hombre. Las niñas jugaban con camiones, los niños con muñecas, y viceversa. Naturalmente que el hombre debía tener tiempo para dedicarse a ello, tal y como la legislación señalaba y obligaba. Un resultado es que el nivel de satisfacción familiar en Suecia era y es mayor que en España. La prueba es que la tasa de fecundidad es mucho mayor en Suecia (1,76) que en España (1,26), que tiene la segunda tasa de fecundidad más baja del mundo. En ambos países, sin embargo, el número de hijos que desearían las familias es de 2, objetivo al que Suecia se acerca más que España.

¿Quién cuidaba de mi madre en España?

 Cuando mi madre se cayó, años más tarde, y se rompió el fémur, en Barcelona no había servicios comparables a los suecos.  El ayuntamiento, democrático y progresista, ofrecía unos servicios a la gente sin recursos y de una intensidad y duración mucho menor. Una visita cada dos días. Hacer esta observación no implica una crítica al ayuntamiento de Barcelona, uno de los más progresistas de España, pues un ayuntamiento no puede costear tales servicios. Había unos servicios comerciales que eran muy caros, que solo se podían permitir las familias pudientes (entre las que no se encontraba mi familia), con empleados (mujeres inmigrantes de América Latina muy mal pagadas) que venían y hacían su trabajo sin proveer ninguno de los servicios que proveían los servicios suecos. 

La pregunta, pues, persiste: ¿quién cuidaba a mi madre? El lector es probable que haya adivinado la respuesta: mi hermana, de mi edad. Como dije antes, la mujer, en España, era y continúa siendo la que provee estos servicios del Estado del Bienestar. Y de ahí su enorme sobrecarga. Es lógico que muchas feministas no quieran ni oír hablar de "responsabilidad familiar". Y las mujeres jóvenes de ahora no hacen lo que hicieron sus abuelas. Y me parece lógico, pero ello ha creado el enorme problema humano que se ha hecho evidente con toda claridad durante la pandemia. Hay una enorme falta de cuidado y atención a los infantes y a las personas mayores en nuestro país. En España, hay una enorme discriminación en contra de la población mayor, facilitada por las políticas públicas de las fuerzas conservadoras, todavía muy influyentes sobre los aparatos del Estado (a todos los niveles de tal Estado). En realidad, por muy crudo que parezca, las residencias de ancianos parecen ser el lugar donde se aparcan a los ancianos de avanzada edad, hasta que mueren. La falta de servicios públicos de ayuda a las familias golpea, pues, con especial dureza a las mujeres y las personas mayores. Y, en consecuencia, el mayor drama ocurrido en la pandemia ha sido el de las residencias de ancianos. Y ello se debe precisamente a la falta de desarrollo del 4º pilar del Estado del Bienestar, con el consiguiente desarrollo de los servicios privados. 

Las características del Estado del Bienestar español: su escasa financiación y su dualidad por clase social

En España, el edadismo va acompañado con el clasismo (discriminación por clase social). El gasto público social tan bajo genera la dualización de los servicios del Estado del Bienestar, incluyendo los servicios sanitarios, los educativos, las escuelas de infancia, los servicios domiciliarios, los lugares de residencia para ancianos y otros. Por un lado, hay los servicios privados, utilizados por las clases más adineradas y pudientes que pueden pagarlos, y por el otro los servicios públicos, utilizados por las clases populares. Esta dicotomía público/privado (más común en América Latina que en Europa) es un indicador del enorme poder que tienen las clases dominantes en este país, así como el escaso poder que las izquierdas transformadoras han tenido históricamente en España, situando a España en el polo opuesto a los países del norte, donde tales izquierdas han gobernado durante la mayor parte del periodo desde la II Guerra Mundial (años cuarenta en adelante), al revés de lo ocurrido en España. 

tal privatización no es buena ni para las clases pudientes ni para las clases populares, pues la experiencia internacional muestra que los servicios privados, movidos por el afán de lucro, y guiados según criterios comerciales, son más caros, más ineficientes y de menor calidad que los públicos. En España, lo que salvó al país durante la pandemia no fue la asistencia sanitaria privada, sino la públicaEl ámbito privado, incluyendo las residencias de ancianos, tiene menos personal, y este, en su mayoría, está menos cualificado que en el ámbito público. Y esta ha sido, por cierto, una de las causas de la elevada mortalidad en las residencias de ancianos en España, y también en Suecia. 

Las consecuencias de la privatización de los servicios de ayuda a las familias: el caso sueco

El modelo sueco del 4º pilar del Estado del Bienestar se caracterizaba por ser un derecho individual y universal, público, gratuito, sin copago, financiado con impuestos locales, regionales y estatales. Este modelo fue establecido por gobiernos de coalición de izquierdas que gobernaron durante la mayoría del periodo post II Guerra Mundial hasta ahora. Y tal modelo, debido a su elevada popularidad, se había consensuado con las otras fuerzas políticas. Este modelo cambió, sin embargo, hace unos años, cuando los partidos conservadores y liberales, gobernando en coalición, iniciaron una serie de intervenciones que alteraron profundamente el modelo sueco. Lisa Pelling, en un reciente artículo en Social Europe, describía la naturaleza de estos cambios: privatizaciones y reducción del gasto y del personal en estos servicios, de manera tal que el 40% de los empleados en las residencias de ancianos son ahora empleados temporales con contratos de muy baja duración, que no tienen acceso a los servicios y equipamientos de protección y prevención de la infección (y que han contaminado extensamente a los ancianos residentes). Tales recortes de personal han incrementado el número de personas atendidas por empleado, reduciendo el reduciendo el tiempo de visitas. Ello explica, en gran parte, el elevado número de muertes debidas al coronavirus entre los ancianos en las residencias. El 90% de las muertes por coronavirus eran personas de más de 70 años. Un tanto igual ha ocurrido en Madrid, junto con Barcelona, en España, donde la gran mayoría de residencias de ancianos son privadas, habiéndose creado una situación semejante.

 Y las consecuencias de la privatización han quedado también ampliamente documentadas en EEUU, donde también tengo familia (mi hijo es médico en Nueva York, el epicentro de la pandemia en aquel país). Como bien dijo el gobernador del Estado de Nueva York, la financiación y gestión privada de los servicios sanitarios, motivados por una dinámica comercial, ha sido, además de sumamente caro, profundamente injusto y ha dificultado enormemente la respuesta solidaria, programada y eficaz que la pandemia requería.  El presidente Trump, máximo exponente de esta mentalidad comercial y privatizadora, ha contribuido a esta situación de "desastre", como la definió el gobernador Andrew Cuomo.

La necesaria transición del modelo familiar actual al 4º pilar del Estado del Bienestar

Urge la implementación del 4º pilar del Estado del Bienestar. Ahora bien, el cambio, urgente, no puede darse en 48 horas. Continuarán necesitándose, por ejemplo, las residencias de ancianos, pero con funciones distintas, potenciando los servicios domiciliarios, que ayudan a la familia y a la mujer a salir de su explotación. No es aconsejable, por lo tanto, continuar con las prácticas actuales de ofrecer ventajas fiscales a la provisión de servicios privados, pues se trata de enfatizar los servicios públicos, tanto en las escuelas de infancia como en los servicios de atención a la dependencia. Por lo demás, siempre habrá necesidad de tener residencias para las personas dependientes con necesidad de cuidados de larga duración, pero deben limitarse a que sean de máxima dependencia, pues gran parte de la dependencia puede ser atendida mediante los servicios domiciliarios. Y las residencias deben ser más pequeñas, con menos personas dependientes en el edificio, y con más espacios más amplios que una habitación, con características de hogar. Pero repito, el futuro debería ser la atención domiciliaria, facilitando la permanencia de los ancianos en su hogar, bajo la supervisión de servicios domiciliarios públicos que cubran gran parte de sus necesidades. Y ahí es importante que estos servicios sean realizados por los profesionales de la atención domiciliaria, tal y como ocurría en el modelo sueco. 

Acentúo este punto, porque en países de tradición cristianodemócrata como Alemania y España, se facilita que sea la mujer que atienda a los dependientes la que acabe recibiendo transferencias o ventajas fiscales para que ella sea la cuidadora, lo cual perpetúa la situación de la mujer como la responsable de la atención de cuidados, intensificando su sobrecarga. Hay que tener como objetivo facilitar la liberación de la mujer, integrándola en el mercado de trabajo, elemento clave para alcanzar la igualdad. No es por casualidad que, como bien me dijo en una ocasión Alva Myrdal (la mujer que tuvo mayor influencia en crear el 4º pilar del Estado del Bienestar sueco), la liberación de la mujer pasa por su integración en el mercado de trabajo, y fue la mujer trabajadora la que fue motor de cambio, empoderando a la mujer y a la clase trabajadora, lo que explica que Suecia sea el país con menos desigualdades por clase social y de género. Añadía Alva Myrdal que el socialismo es el proyecto de liberación frente a cualquier forma de explotación, cuyo objetivo es relacionar todas las luchas contra distintas formas de explotación para avanzar hacia la liberación (ver mi artículo "¿Cuál debería ser el objetivo de un proyecto emancipador? La relación entre las diferentes formas de explotación", enero de 2020). La liberación de la mujer no puede verse como una lucha separada de la lucha para eliminar otras formas de explotación, desarrollando movimientos de liberación conjunta que facilitan todas las luchas de emancipación (la unidad de acción hace la fuerza).  En realidad, la liberación de la mujer debería ir acompañada de la liberación del trabajador, la mayoría de los cuales son hombres, para facilitar el desarrollo del derecho del hombre a cuidar de la familia, para lo que se requiere una reducción del tiempo de trabajo de 40 a 35 horas semanales en 5 días.

En este sentido, sería un error ir en la dirección alemana de orientación cristianodemócrata. Y también sería un tremendo error, como he indicado anteriormente, seguir la línea estadounidense. EEUU simboliza el capitalismo neoliberal sin guantes, y los servicios sanitarios y sociales están privatizados (con un elevado peso de las compañías con afán de lucro); ello ha provocado que tales servicios, además de las escuelas de infancia, hayan mostrado tal conflicto intrínseco entre acumulación de beneficios empresariales y servicios a la ciudadanía. El darwinismo liberal, cuya máxima expresión es el presidente Trump, es un auténtico desastre. Y así lo ha mostrado la pandemia.

luns, 22 de xuño de 2020

Cayetana y el terror

Álvarez de Toledo no ha acusado al padre de Iglesias de terrorista llevada por ninguna simpatía por el dictador, sino escocida por una inquina personal envenenada.



EUROPA PRESS NEWS VIA GETTY IMAGES
Cayetana Álvarez de Toledo. 
José Errasti

Ya lo sabéis: si vivís bajo una dictadura militar, no se os ocurra repartir octavillas contrarias al régimen, porque corréis el riesgo de que cincuenta años más tarde eso sea usado por una marquesa para intentar humillar públicamente a vuestros hijos. Lo que hay que hacer bajo un régimen de este tipo es bajar la cabecita y permanecer callados, si no queréis que vuestros hijos se avergüencen de vosotros. Repartir octavillas no es de gente de bien.

Es más, si lo que deseáis no sólo es que vuestros hijos no vivan en la ignominia, sino que además pretendéis que puedan llegar a cargos importantes en la política, deberéis intentar medrar todo lo que se pueda durante la dictadura, mostrando conformismo, complacencia e incluso complicidad activa con el régimen. Es la mejor forma de que vuestros herederos consigan el pedigrí adecuado para ser diputados y senadores de provecho. Un rápido repaso a la composición de las cámaras en la España de las últimas décadas parece confirmar esta idea.

Todos sospechábamos que Cayetana era un robot, pero no un robot de los años 50 que sólo puede ejecutar programas de inteligencia artificial de tres líneas.

Cayetana ha acusado a Francisco Javier Iglesias, padre del líder de Podemos, de ser un terrorista. Apostaría a que ella sabe perfectamente que no lo fue, pero ha encontrado unas premisas aristotélicas que arrojan esa conclusión, y se agarra a ellas como a un silogismo ardiendo. “Todo colaborador con una banda terrorista es un terrorista”, “Francisco Javier Iglesias colaboró con la banda terrorista FRAP”, ergo “Francisco Javier Iglesias es un terrorista”. Bárbara, marquesa.

No le gustan a la lógica formal los matices: ¿cometió algún atentado?, o al menos ¿llevó a cabo alguna acción que contribuyera a la comisión de algún atentado?, o al menos ¿colaboró con el FRAP en la época en la que cometió sus dos atentados o varios años antes?, o al menos ¿tiene cabida en algún lugar del silogismo —no sé, en una rendija entre la primera y la segunda premisa, por ejemplo— el dato de que España llevaba casi cuarenta años de dictadura militar? Todos sospechábamos que Cayetana era un robot, pero no un robot de los años 50 que sólo puede ejecutar programas de inteligencia artificial de tres líneas.

Cayetana no ha hecho esta acusación llevada por ninguna simpatía por el dictador, sino escocida por una inquina personal envenenada.

Es cierto que Iglesias jr. ha puesto la acusación a huevo, presumiendo varias veces de tener un “padre frapero” -así, también sin matices-. Con esa arrogancia barata tan suya, el líder de Podemos ha proclamado en tuits y cosas así su orgullo por el vínculo familiar con el Frente Revolucionario Antifascista Patriótico (un momento… ¿cómo que… Antifascista y Patriótico? Pero… ¿no habíamos quedado los progres en que el patriotismo español es ontológicamente fascista como ley inmutable del universo?). Pero esto no excusa la terrible ley del embudo de la marquesa respecto del terror. El año 1973, como todos los años entre 1936 y 1975, fue un año de terror en España, efectivamente, pero no debido al reparto de octavillas del señor Iglesias.

Cayetana no ha hecho esta acusación llevada por ninguna simpatía por el dictador, sino —y es casi peor en un cargo público— escocida por una inquina personal envenenada y un cierto reflujo gastroesofágico. No llega a dar terror, pero sí un cierto miedo, ver cómo se mancilla el reconocimiento a un luchador por la libertad debido a la miseria de la minúscula trifulca política cotidiana. A lo mejor alguien se lo reprocha dentro de cincuenta años a una hija suya.

La banca gana 100.000 millones en una década tras despedir a 88.000 empleados

El anuncio de un ERE para 144 trabajadores de Wizink retoma la sangría de despidos colectivos en un sector que ha renunciado a los ERTE durante el estado de alarma. El avance del negocio digital por el confinamiento, el previsible repunte de la morosidad y el desplome de la valoración bursátil confluyen como nuevas amenazas para las plantillas


El sector bancario español lleva una década en convulsión con las fusiones, los recortes de plantilla y la reconversión digital. - AHOBITT, PIXABAY
El sector bancario español lleva una década en convulsión con las fusiones, los recortes de plantilla y la reconversión digital. - AHOBITT, PIXABAY
EDUARDO BAYONA

Los números resultan escalofriantes: la banca española ha ganado 100.604 millones de euros en la misma década, la transcurrida entre 2009 y 2019, en la que, con al menos 88.300 despidos y prejubilaciones, se ha deshecho de casi un tercio de su plantilla.

Y nada apunta a que ese proceso de recortes de personal paralelo a la búsqueda de rentabilidad por parte de los bancos vaya a cesar. Más bien al contrario, ya que el confinamiento por la pandemia de coronavirus entraña el riesgo de acabar teniendo efectos secundarios en forma de recortes de plantilla por el avance de la banca digital, un factor que ya ha sido incluido por las entidades financieras entre las causas objetivas de los ERE, por el aumento de la morosidad y por el desplome de las cotizaciones bursátiles.

Esas incertidumbres conviven, en un sector que ha descartado los ERTE por fuerza mayor, con un inminente nuevo achique del empleo tras anunciar Wizink Bank en pleno confinamiento un ERE para despedir a 144 trabajadores, un tercio de su plantilla de 475 (el grupo tiene otros 1.045 en España, más 203 externos en su sede central), apenas dos meses después de que el Supremo se llevara por delante el negocio de las tarjetas revolving al considerar "usurario" su interés superior al 25%.

"Es el primer recorte de empleo, pero no hay que descartar nada", señala Juan José Paredes, de la Federación de Banca de CGT, que pronostica que los expedientes de regulación llegarán "el año que viene; este, no creo, por aquello del qué dirán".

Los movimientos de reestructuración, en cualquier caso, parecen haber comenzado: UGT ha detectado cómo, tras el cierre de 9.584 sucursales (una de cada cuatro) en los últimos seis años, algunas entidades comienzan a preparar otra oleada que, solo entre las tres principales, CaixaBank, Santander y BBVA, se acercaría al millar de oficinas clausuradas. "Han descubierto el teletrabajo y que se puede atender al cliente desde casa", explica Roberto Tornamira, responsable de la Federación de Banca, Seguros y Oficinas de UGT.

El sector se prepara para un repunte de la insolvencia

Está fuera de duda que vienen curvas para el negocio bancario, por mucho que los planes de estímulo para el postconfinamiento lleven meses dándole un tratamiento singular y otorgándole un papel central como cortafuegos para la crisis de liquidez, algo que en España se ha traducido en un desconocido incremento del drenaje de crédito hacia empresas y autónomos que superó los 80.000 millones de euros en mes y medio.

De hecho, según los datos de Aebanca, la principal patronal del sector, los bancos españoles "provisionaron 3.587 millones de euros para afrontar los efectos adversos en la economía de la crisis provocada por la covid-19" en el primer trimestre de este año, lo que situó su resultado contable en 1.125 millones en rojo y provocó "un descenso del beneficio antes de impuestos del 85%, hasta 900 millones de euros".

En esos tres meses, el sector ha elevado la cobertura de las eventuales insolvencias de clientes hasta el 73% al tiempo que destinaba más de 5.600 millones de euros a dotaciones y saneamientos "para fortalecer el balance y paliar los efectos negativos de la pandemia sobre familias y empresas".

Llegan curvas tras una 'década prodigiosa'

Esas curvas llegan tras una década prodigiosa en la que, de manera simultánea a la liquidación y bancarización de las cajas de ahorro, el costoso rescate del sector, su reordenación del sector a base de fusiones y absorciones y el inicio de su reconversión, las plantillas de las entidades financieras que operan en España se vieron reducidas, según los datos del Banco de España, en 82.293 miembros a los que hay que sumar, al menos, los 6.006 que suman los tres principales ERE del año pasado: 2.023 salidas en CaixaBank, 2.023 en Santander  y 760 en Unicaja.

Eso de un total de 88.299 despidos y prejubilaciones que equivalen a un 32,76% de la plantilla contratada al inicio de la década y de la intensa crisis económica y financiera desatada a finales de 2008.

"Esa cifra parece baja, nosotros estimamos la reducción de las plantillas entre 2008 y 2018 en 100.000 empleados a partir de las memorias de Aebanca y la Ceca", anota Tornamira, que considera que "ha habido una aceleración tremenda, y que sigue", en la destrucción de empleo en el sector financiero español.

En esos mismos diez años, los beneficios netos de la banca española superaron los 100.000 millones de euros, según indican los Estados Financieros Consolidados que publica Aebanca, que reflejan una horquilla de 9.300 a 15.600 con la excepción de 2012, el único año de la serie en la que registraron pérdidas en su conjunto.

Los crecimientos exponenciales de los beneficios no son viables, y ni siquiera sostenibles", anota Paredes, para quien "el sector no se puede quejar de las ganancias de los últimos años".

La factura tributaria se elevó a 42.567 millones de euros en ese mismo periodo, aunque esa cifra corresponde al volumen devengado por las entidades bancarias y no al efectivamente liquidado a la Agencia Tributaria, ya que este se ha ido viendo reducido año tras año por la aplicación de los DTA o activos fiscales diferidos.

Sólo el año pasado, los 1.333 millones devueltos en efectivo por el fisco a los bancos en el Impuesto de Sociedades por el deterioro de sus activos inmobiliarios, las prejubilaciones y los planes de pensiones de sus plantillas enjugaron casi la cuarta parte de la factura teórica de 6.958 generada a lo largo del año.

En esos beneficios, que suman 143.171 millones de euros antes de impuestos, tuvieron una influencia clave tres factores: la tendencia al alza del margen de intereses, que con altibajos pasó de casi 50.000 a más de 60.000 anuales; el crecimiento de los ingresos netos por comisiones a los clientes, que sumaban otros 178.307 al final del periodo, y el gasto en personal, que se redujo a base de EREs, prejubilaciones y planes de salida voluntaria. Entre 2014 y 2019, esa última partida bajó un 3,2%,(455 millones) mientras las plantillas lo hacían en un 13% (28.115 bajas), según los datos del Banco de España.

Varios indicios apuntan a que esa última factura va a seguir reduciéndose en los próximos años, o meses.

Con el confinamiento, "mucha gente ha entrado en la dinámica de la banca digital, en la que, pese a que requiere una inversión inicial y mantenimiento, el uso de APPs tiene un coste mucho más bajo que la contratación de personal para las empresas", apunta Paredes.

Tornamira, que también percibe un riesgo para el empleo en el avance de la banca digital, añade como factor de riesgo el de las fusiones, un culebrón que volvió a dormirse con el coronavirus tras haber despertado a mediados del pasado invierno y que parece volver a agitarse en vísperas de acabar un estado de alarma que deja al sector financiero a la expectativa de la evolución de, entre otros indicadores, una morosidad sobre cuyo inminente crecimiento hay consenso y una capitalización bursátil que puede dejar en el aire la viabilidad de algunas entidades.