venres, 29 de xullo de 2011

Semillas de odio

Recientemente Isabel Allende dijo que cada una de sus obras es como una semilla en el vientre, digo yo que cada poema es una semilla que se va tirando sobre la tierra a fin que germine para todos. Pero también la semilla del odio lanzada a los cuatro vientos sirve para reproducir su nefasta carga genética.

Durante la era Bush se formalizó la idea antigua de quien no está conmigo está contra mí, idea antagónica que desconoce términos medios en donde  el enemigo de mi amigo lo asumo como enemigo propio también. Otra idea perversa de Bush fue el desarrollo de la llamada defensa preventiva y el poder trascender los limites de USA para ir a castigar a su supuesto enemigo. También fomentó la idea de una guerra de civilizaciones que traducida significa la defensa de Occidente contra el Islam, en una cruzada moderna que permita el aniquilamiento de ese adversario y supuesto enemigo, cuyo último Templario acaba de aparecer en Oslo.

Tal política o ideología del odio, a fin de justificar conductas agresivas, permitieron que la verdad -esa convidada de piedra de la modernidad- se tergiversara y apareciera la mentira de unas supuestas armas de destrucción masiva que vueltas en verdad -de tanto repetirse y afirmarse en los medios occidentales- permitió con la anuencia de casi todos los países de Occidente la invasión, destrucción de Irak y subsecuentemente Afganistán y dejan en la mira a Irán y otros. Indudablemente la semilla lanzada a los cuatro vientos por mayor el poder del mundo ha dado y seguirá dando sus frutos.

Tal semilla permite identificar al enemigo entre cualquiera que no profese nuestras mismas creencias o entre algún inmigrante ilegal que haya atravesado las fronteras de un país del primer mundo en donde los desposeídos de la tierra están siendo señalados como causantes de los males de esos países que  cierran sus fronteras a fin de excluirlos del botín del bienestar y alejar así el  peligro que esa ola de inmigración generada por la pobreza y alentada por una supuesta globalización del planeta. Tal ola es atacada con fiereza por recalcitrantes fomentadores del odio a todo lo que provenga de abajo.


Acaba el ultimo Templario (Anders Behring Breivik) de fumigar con bombas y balas de verdad-verdad a cerca o más de cien personas inermes e inocentes en Noruega, llevado por la semilla  que germinó en su mente de que el enemigo es de toda una cultura o de toda una civilización, que el enemigo viene de afuera y se ha metido en nuestros bellos jardines vikingos. Tal idea permite a un simple mortal encontrar la chispa que detone y arrase con su odio a decenas de vidas de “enemigos”, aliados del invasor que tenemos dentro y que poco a poco va instaurando su silenciosa toma del poder en ese bello país del bienestar.

Los organismos vivientes llevan consigo su carga de potencialidades en capsulas de ADN llamadas genes las cuales pueden permanecer latentes durante toda su existencia o irrumpir con violencia ante el ambiente propicio que fomente su desarrollo. El odio expresado, apoyado y difundido permite que aquellos desafortunados seres que están dotados de tal carga negativa puedan en el momento del estimulo continuado hacer lanzar su carga explosiva, que bien pudo permanecer dormida pero que despertada por el discurso del odio se ha hecho carne y ha arrasado en su grandeza destructiva a miles y miles de vida, para seguir conformando el inmenso listado de muertes injustas que componen la historia de ésta humanidad.

Colombia no ha escapado a ese discurso del odio,  y allí actores vestidos de verde oliva o camuflajes han hecho ensangrecer los campos en donde las masacres contra  supuestos enemigos o auxiliares de esos enemigos han sido desaparecidos con furor por las balas de verdad que el odio permitió generar en esas mentes que se despertaron y actuaron ante el discurso de un supuesto enemigo que está en todas partes y que es preciso desaparecer.


Quiera la fortuna que las semillas del odio para siempre tanto en Colombia como en el planeta queden contenidas en vainas pétreas que impidan la continuidad de esas muertes injustas. Por lo tanto es tarea de todos no fomentar en nuestros congeneres las ideas destructivas que  conducen a la muerte.

Soñar no cuesta nada pero hay que seguir soñando.
O Barco de Valdeorras. España. 25072011

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