xoves, 31 de maio de 2012

Los inmigrantes aportan al Estado más de lo que reciben... también en plena crisis


por David Page y María G. Mayo

La mayoría de españoles sigue pensando que los extranjeros perciben del Estado del bienestar español más de lo que para él generan. Un informe de La Caixa -esa entidad tan "roja"- constata que, a pesar de los efectos de la crisis económica, se trata de una falsa creencia...

España ha pasado de ser país de emigrantes a convertirse en uno de los de mayor proporción de población extranjera. A principios de los noventa apenas había unos centenares de miles de residentes extranjeros, hoy son 5,7 millones. Un fuerte y rapidísimo incremento del tamaño de la comunidad inmigrante que se convierte en caldo de cultivo perfecto para que al menos en una parte de los españoles surja una percepción negativa de la inmigración. Sobre todo si existe un sentimiento de competencia por unos mismos servicios y prestaciones públicos, y más en tiempos de crisis.
Pero la percepción que muchos españoles comparten, y que algunos insisten en difundir, de que los inmigrantes hacen un uso exagerado de las oportunidades que el Estado del bienestar español les ofrece no se ajusta a la realidad. El balance, incluso en tiempos de crisis, parece que sigue siendo contundente: los inmigrantes residentes en España aportan a nuestro Estado del bienestar mucho más de lo que reciben, según concluye el estudio Inmigración y Estado de bienestar en España, de la Obra Social de La Caixa.
El balance entre gastos e ingresos públicos de los inmigrantes sigue siendo positivo. Aunque los autores del informe no lo cuantifican, subrayan que los extranjeros aportan hasta tres veces más de lo que cuestan
"Los argumentos de sobreutilización y abuso del sistema de protección social por parte de la población están injustificados. Los inmigrantes reciben menos del Estado de lo que aportan a la Hacienda pública", sentencian los autores del estudio, elaborado por Francisco Javier Moreno, del Instituto de Políticas Públicas del CSIC, y por María Bruquetas, profesora de Ciencia Política de la Universidad de Ámsterdam. Una balanza que parece que se ha mantenido incluso en los peores momentos de la crisis. Los autores no cuantifican ese balance, pero subrayan que los extrajeros inyectan a las cuentas públicas "dos o tres veces más" de lo que cuestan.
Los datos oficiales sobre la aportación de los inmigrantes a las arcas públicas han quedado desactualizados. La última cuantificación de los aportes y los gastos es anterior de la crisis. La Oficina Económica del Gobierno presentó en 2006 un amplio estudio sobre la contribución económica de la población extranjera. Las cifras no podían ser más favorables. Los inmigrantes habían sido directamente responsables de la mitad del fuerte crecimiento del PIB español entre 2000 y 2005 (con un 3,6% de crecimiento medio anual) y su aportación a las arcas del Estado era francamente positiva: absorbían el 5,4% del gasto público, 18.600 millones, y aportaban el 6,6% de los ingresos totales, con 23.400 millones. El saldo neto de su contribución era de casi 4.800 millones (la mitad del superávit de entonces del conjunto del sector público). Y, según el informe de Moncloa, no había posibilidad alguna de que esta posición se revertiera hasta al menos 2012.
Aportan más que gastan
Ahora, aunque no existen cifras que constaten negro sobre blanco que las aportaciones de los inmigrantes siguen siendo superiores a los costes que generan para las arcas públicas, el balance parece claro que sigue siendo positivo. Los expertos coinciden en que ese saldo de casi 5.000 millones que recogía el informe de Moncloa era lo suficientemente cuantioso como para que se mantuviera incluso en tiempos de recesión. Y, además, el informe de La Caixa constata que algunos de los factores que hacían que la contribución de la población extranjera fuera positiva aún se mantienen. Y es que el texto, presentado ayer en Madrid, va desmontando uno a uno algunos de los estereotipos que se han generalizado en el imaginario colectivo español.
España sigue encontrándose en una fase primigenia del asentamiento de población inmigrante, lo que hace que la inmensa mayoría de los extranjeros que han venido al país sean jóvenes en edad de trabajar, y el número de personas dependientes (niños y ancianos) continúe siendo muy bajo. A medida que el perfil de la población inmigrante vaya envejeciendo, su contribución neta se irá reduciendo hasta tener un impacto neutro sobre la balanza fiscal. Pero hoy no pasa.
La inmensa mayoría de los extranjeros son jóvenes en edad de trabajar, y el número de dependientes (niños y ancianos) es muy bajo. Con los años, su contribución neta se reducirá hasta tener un impacto neutro sobre la balanza fiscal. Hoy no pasa.
Según el estudio, incluso en tiempos de crisis y a pesar del zarpazo del paro, el porcentaje de extranjeros entre los afiliados a laSeguridad Social ha permanecido prácticamente estable, en el entorno del 10% (del 10,3% el pasado abril, con 1,8 millones de trabajadores extranjeros que siguen aportando sus cotizaciones a las cuentas públicas).
En paralelo, menos del 1% de los beneficiarios de pensiones en España son extranjeros, y más de la mitad de éstos son ciudadanos de la Unión Europea. La mayoría de inmigrantes, en edad laboral, proporcionan una aportación neta a las arcas de la Seguridad Social, una situación que se mantendrá previsiblemente durante las próximas dos décadas. Con sus altas tasas de actividad y su mayor juventud, los inmigrantes han contribuido a elevar la proporción a 2,5 cotizantes por cada pensionista, y con ello habría retrasado en casi cinco años la previsible entrada en déficit del sistema español de pensiones, de 2023 a 2028.
Es cierto que el porcentaje de gasto social dedicado a la población inmigrante ha ido creciendo en los últimos años, en relación al incremento del volumen de extranjeros. De cerca del 1% del gasto sanitario en 2000 se alcanzó el 5% ya en 2007. "Pero dicha proporción sigue siendo considerablemente inferior al porcentaje de inmigrantes sobre la población total", hoy del 12,2%, según apuntan Moreno y Bruquetas. Y es que está demostrado que la población inmigrante, lejos de abusar de los servicios sanitarios, incluso hacen un uso muy inferior al que por su peso demográfico le correspondería: los extranjeros consultan un 7% menos al médico de cabecera que los españoles, y un 16,5% menos al médico especialista, según datos de la Encuesta Nacional de Salud. Sólo la utilización de los servicios de urgencias es superior entre los inmigrantes que la de los autóctonos (un 3,2% más).
Los datos desmontan los estereotipos: no consumen más servicios sanitarios, copan menos gasto social que su peso demográfico, aplazan el déficit del sistema de pensiones...
En paralelo, tan sólo el 6,8% del total de las inversiones de losservicios sociales se dirigen a inmigrantes. Y de éstas, el 60% tiene por objeto informarles de sus derechos o derivarles a otras instituciones. Por otro lado, el colectivo inmigrante concentra el 11,2% de los receptores de rentas mínimas de inserción, por lo que el rango de cobertura es considerablemente inferior al que proporcionalmente le correspondería dado que los inmigrantes suelen encontrarse entre los grupos más desfavorecidos económicamente.
En otro ámbito, la presencia de la inmigración ha supuesto un revulsivo para la incorporación de la mujer española al mercado laboral. La concentración de mujeres inmigrantes en las labores domésticas y en el cuidado de niños y mayores ha facilitado la compatibilización de la vida laboral y familiar de las trabajadoras españolas, con el consiguiente impulso en términos laborales, fiscales y de consumo para la economía española.
La actitud hacia el inmigrante
Las actitudes de rechazo hacia la inmigración presentan una evolución creciente en toda Europa, y España no es una excepción. Se da lo que algunos autores han venido a denominar la paradoja del inmigrante indeseado: Aunque la población española entiende la llegada de inmigrantes como una necesidad por razones económicas, la presencia de esos mismos inmigrantes se percibe como un problema y como fuente de conflictos. Según el informe Evolución del racismo y la xenofobia en España, elaborado por iniciativa del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (Oberaxe) a partir de encuestas del CIS, el 37% de los españoles se mostraba en 2009 reacio a la inmigración, frente a un 33% de tolerantes y un 30% de ambivalentes ante el fenómeno.
Un desencadenante de la xenofobia, especialmente en un contexto de crisis económica, es el temor a la competencia por unos mismos recursos. Según el estudio de Oberaxe, un 40% de los encuestados cree que la protección del Estado al inmigrante es bastante y un 18% que es mucha. En paralelo, el 56% cree los inmigrantes reciben más ayudas escolares que los españoles de igual nivel de ingresos; y un 46% entiende que sucede lo mismo en el ámbito sanitario. Asimismo, un 20% de los españoles considera que los inmigrantes reciben de las Administraciones mucho más de lo que aportan; otro 32% percibe que reciben más de lo que aportan; y un 24% que reciben tanto como aportan. Visto lo visto, parece claro que las percepciones se fundamentan en visiones subjetivas, no en datos.

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