luns, 2 de maio de 2016

El Primero de Mayo según Amancio Ortega

David Torres
http://www.publico.es/

Por tres o cuatro días no coincide el cumpleaños de Amancio Ortega con el Primero de Mayo, casi habría que desplazar una de las dos fechas para celebrar al unísono ambas efemérides. Aparte de Fátima Báñez y de Cándido Méndez, pocos habrán hecho más que Ortega por acabar con la lacra del trabajo en España. El gran filántropo español -que lloró de emoción ante el espontáneo homenaje de sus empleados- es un pionero de la multiplicación de beneficios mediante técnicas tercermundistas, lo que se ha venido a llamar libre mercado de toda la vida, ya saben, ese portentoso sintagma donde el mercado es libre, las personas esclavos y la mano invisible la tienen los pobres metida hasta el codo en el culo.
Para mantener los dedos limpios, evitando la incómoda responsabilidad -el libre reclutamiento de niños para que cosan camisas a diez céntimos por camisa y luego venderlas en occidente a treinta euros cada una-, se inventó la externalización de subcontratas de negreros. Gentes sin escrúpulos que trafican en países donde la legislación laboral la redactan los perros en las aceras tres o cuatro veces al día. Sin embargo, algo hemos mejorado: lo bueno de los esclavos negros de la actualidad es que ni siquiera hay que traerlos en barcos a las plantaciones y que además los hay amarillos, blancos, rojos y de todos los colores.
Pedro Reyes, el gran cómico de quien hace poco más de un mes se cumpió el primer aniversario de su temprano y trágico fallecimiento, advirtió del peligro de criticar esa estrategia de las multinacionales de encargarle a los niños de Pakistán que les cosan los balones de fútbol a 50 pesetas para luego, en su ignorancia, venderlos a 7000 u 8000 pesetas. “Se mosquean mucho las multinacionales” decía Reyes. “Eh, que no son 50 pesetas, que son 56. Y no os pongáis farrucos con los derechos humanos que hay un proyecto para enseñar a los monos a coser pelotas”. Parece humor negro pero no: es multirracial.
En 1965 se trasladó en nuestro país la celebración del Día de la Madre del 8 de diciembre al primer domingo de mayo. La casualidad onomástica ha servido para recordarnos que hoy día los trabajadores españoles tienen prácticamente los mismos derechos, salarios y reconocimientos que esas dulces prisioneras del hogar. O sea, ninguno. Es un objetivo por el que se han esforzado al máximo los dos grandes líderes sindicales del país, Cándido Méndez y Toxo Fernández, que han sustituido las huelgas generales de los tiempos de Nicolás Redondo y Marcelino Camacho -con paros laborales y manifestaciones multitudinarias en las calles- por una sutil y permanente estrategia de huelga de brazos caídos: los de los sindicalistas propiamente dichos. No se les puede pedir mayor identificación con los parados. Largos años de no dar palo al agua que han permitido al bisindicalismo hispánico sobrevivir sin apenas desgaste a pesar de la pérdida de millones de empleos. Cuando se retiró, Cándido Méndez podría haber parafraseado perfectamente aquella famosa proclama de Kennedy: “No preguntes lo que tu sindicato puede hacer por ti, pregúntale lo que puede hacer por mí”.

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