mércores, 31 de maio de 2017

Trump, del hombre al mono

DAVID TORRES
http://www.publico.es/

Según los expertos, mediante el lenguaje no verbal -la profusión de gestos, signos y miradas- pueden expresarse más cosas que a través del lenguaje verbal, excepto en el caso de Donald Trump, que puede expresarlas todas sin despegar los labios siquiera. Tampoco es que le haga falta mucho vocabulario. Trump parece un gorila que hubiese pasado por la peluquería y asaltado una tienda de Cortefiel, menos cuando se pone a hablar y se deja atrás al gorila. De haber conocido al actual presidente de los Estados Unidos, Darwin habría tenido que rectificar su teoría de la evolución, porque Trump, en vez de descender del mono, se bajó dos paradas antes.
En su reciente gira mundial ha confirmado una vez más la veracidad de muchos fastuosos eslóganes del sueño americano. Muchos votaron a Trump creyendo que cualquiera puede llegar a presidente: lo que no se esperaban es que cualquiera fuese a ser, precisamente, cualquiera. Cuando se puso a bailar la danza de las espadas con los árabes se transformó en Donald de Arabia. Le bastó tocar la tierra de Mahoma para cambiar su discurso contra los musulmanes y hacerles mucho la pelota a los jeques saudíes, los amos del petróleo. Por supuesto, la mayoría no había entendido que, cuando decía eso de expulsar a los musulmanes, él se refería exclusivamente a los pobres y a los muertos de hambre. Habla únicamente porque tiene boca, pero cuando habla o cuando tuitea, Trump no acaba de explicarse bien, ni la mitad de bien que al fruncir los morros, enarcar las cejas, enseñar los dientes, burlarse de los discapacitados o agarrar a las mujeres del coño.
Lo demostró en la reunión de Bruselas, cuando enganchó del brazo al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, se le puso delante, avanzó la mandíbula y se estiró la chaqueta. No le hizo falta añadir: “Quita de ahí, payaso, que tu país es una puta mierda”, porque ya se lo había dicho sin necesidad de palabras. Suerte tuvo Markovic de que no lo agarrase del coño. El único que entendió la importancia de esa mímica gorilesca fue el flamante presidente francés, Emmanuel Macron, que le echó un pulso mientras le apretaba la mano como si estuviesen partiendo nueces o dirimiendo quién es el auténtico macho alfalfa de la manada. Trump podía haberse molestado pero antes alguno de sus asesores tendría que haberle explicado quién era ese señor y qué es Francia.
Por lo demás, vale más quedarse con la gestualidad desatada de Trump que con sus comentarios orales y escritos, los cuales producen el mismo efecto que las primeras palabras de Charlton Heston al recobrar la voz en El planeta de los simios. Del Papa dijo que “es genial”, de Arabia Saudí que es “extraordinaria”, de los alemanes que son “muy malos” y que el cambio climático es “un invento” de los chinos. Gary Cohn, asesor económico de la Casa Blanca, reforzó la hipótesis darwiniana al declarar: “Sus opiniones están evolucionando. Ha venido aquí para aprender y ser más listo”. Para el próximo viaje podrían pasearlo en una rueda de hámster y a lo mejor evoluciona del todo. En el Museo del Holocausto en Israel dejó una rúbrica que la podía haber escrito un niño en Disneylandia: “Es un gran honor estar aquí con todos mis amigos. Qué increíble. ¡Nunca lo olvidaré!” El gesto más explícito de todos lo hizo su mujer, Melania, caminando a medio metro de distancia y retirándole la mano de golpe nada más descender en el aeropuerto de Tel Aviv.
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Que el mundo se pare, que hay que esperar al PSOE

Las elites intentan comprar tiempo para poder proseguir con el guión establecido

El PSOE sigue sin desvelar qué quiere ser, y mientras lo decide se reclama que nadie más actúe. Algo magnífico para seguir ganando tiempo.

En este mundo del revés responsabilidad es callar ante la corrupción y desorden es exigir cambios



 
http://www.eldiario.es/
La perversión del lenguaje se refina hasta límites demasiados similares a algunas páginas de  1984. Las esferas del poder multiplican sus escenificaciones. Cada vez más lo que dicen es lo opuesto a lo que hacen. Llaman responsabilidad a mantener silencio ante la corrupción y acusan de desorden a quienes exigen cambios.
Dicho en palabras de Rajoy, es "con el Gobierno del PP cuando se actúa contra la corrupción". La “estabilidad” es que el PSOE siga manteniendo al PP en el Gobierno, y que de una forma u otra, le facilite sacar adelante sus presupuestos. Así lo han expresado diversos integrantes del PP y plumas periodísticas afines. La paz es la guerra y el odio es el amor. Incluso la tabacalera más grande del mundo, Philip Morris, afirma que quiere “un mundo libre de humos”.
Las elites intentan comprar tiempo, con la esperanza de que mientras tanto, las fuerzas políticas y sociales que buscan un cambio decaigan, pierdan fuelle, se cansen, sean derrotadas. En su empeño por mantener la continuidad de sus planes está dispuesta a teatros, mentiras, manipulación del lenguaje, autoritarismos, recortes de libertades e incluso a guerras mayores, en función de cómo se desarrollen los acontecimientos.
En España buscan ganar tiempo de muchas formas. La última de ellas consiste en estigmatizar la moción de censura presentada por Unidos Podemos. Las voces del establishment piden que se retire; dicen que hay que esperar a que el PSOE -que lleva año y medio largo decidiendo qué quiere ser- esté preparado. Que ahora no es el momento. Que hay que darle tiempo. 
Dentro de esa estrategia se está difundiendo la idea de que Unidos Podemos y las confluencias no ofrecieron presentar la moción de censura conjuntamente con el PSOE. Se está tapando la oferta que dichas formaciones presentaron tanto antes de las primarias como después. Solo horas después de que Pedro Sánchez ganara la interna tanto Pablo Echenique como Alberto Garzón dijeron que si Sánchez tiene intención de presentar una moción de censura, ellos retirarán la suya. Lo han vuelto a reiterar a lo largo de la semana diversos representantes de Unidos Podemos y las confluencias.
Pero las espadas están afiladas: en este mundo del revés esperar es responsabilidad, intentar poner fin cuanto antes a la corrupción institucionalizada es desorden. No hacer nada es sentido común. Hay incluso quienes dicen que esperar a que se pueda ganar es lo serio. Como si los avances, al igual que el arte o el aprendizaje, no precisaran de movimiento. Si nada se intenta, nada se logra.
Mientras se debate de estas cuestiones, Bárcenas y el PP mantienen su pacto de silencio para protegerse y no destruirse. Una jueza apartada de los juicios de Gürtel por su proximidad al Partido Popular ha alcanzado la presidencia de la Sala de lo Penal la Audiencia Nacional. El sistema judicial está profundamente intervenido. Un diputado socio del PSOE en Canarias se muestra firme para apoyar los presupuestos generales del PP. Es el voto que le falta a Rajoy para que sus presupuestos prosperen. 
Pero una moción de censura puede esperar. La lucha contra la precariedad y el combate a la corrupción no son algo urgente. La protesta contra las políticas injustas es una irresponsabilidad. Quienes no se definen y se aferran a la ambigüedad sí son " presidenciables". Adoptar posiciones éticas no sirve para nada, no marca agenda, no subraya la gravedad del momento. Al fin y al cabo, ¿qué es la ética?
Que el mundo se pare, que el PSOE sigue sin saber qué quiere ser, y mientras lo decide que nadie más actúe. Algo magnífico para seguir ganando tiempo y que el guión pueda completarse.

Esnaquizan un dolmen e levan dúas das súas laxes para adornar un xardín

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REDACCIÓN
http://historiadegalicia.gal/

Outra nova triste para o patrimonio galego, desta volta, no Valadouro. ADEGA e Mariña Patrimonio presentaron o pasado 9 de maio unha denuncia perante o Servizo de Patrimonio Cultural, despois de ter noticia da destrución do dolmen da Casa dos Mouros de Lobeira, na parroquia de Budián, no transcurso duns labores forestais.
Segundo a información achegada por diferentes fontes, supostamente os responsables dos danos infrinxidos na Casa dos Mouros incumprirían os requisitos de patrimonio para a corta e plantación dos eucaliptos no dolmen e na súa zona de protección.
Probablemente os espoliadores aproveitaron as pas mecánicas e a maquinaria pesada, utilizadas na realización dos labores forestais, para extraeren dous esteos do dolmen e para trasladar un deles a un xardín situado nunha casa no concello de Foz, onde foi localizado polo SEPRONA. O outro esteo deixárono abandonado á beira da mámoa porque lles partiu cando o sacaron do túmulo.
Estado no que quedou o dolmen da Casa dos Mouros, no Valadouro, tras unha plantación de eucaliptos / Mariña Patrimonio
“Lamentablemente, ademais deste espolio, o túmulo foi totalmente furado coas pas mecánicas o que acabou provocando aínda máis danos no xacemento”, apuntan estas entidades.
A desfeita neste monumento é dobremente ferinte porque o dolmen da Casa dos Mouros está catalogado, é un xacemento sobradamente coñecido polos veciños do lugar e, ademais, existe bibliografía sobre el e mesmo se pode atopar información na páxina oficial do Concello do Valadouro, así como noutros sitios de Internet. E, aínda por riba, o causante da desfeita sabía que tiña que pedir un permiso a Patrimonio e non o fixo. Motivo polo que o seu caso pode ir pola vía penal.
Os efectos dos eucaliptos
“A masiva destrución do patrimonio, provocada pola industria do eucalipto, é un grave problema que a Consellería de Cultura non quere afrontar, sexa por submisión á todopoderosa industria forestal ou simplemente por falta de capacidade”, apunta Mariña Patrimonio e ADEGA. Hai exactamente un ano, estas entidades xa denunciaron os danos ocasionados polos eucaliptos noutro túmulo existente na Lobeira.
A día de hoxe non hai constancia de que a Consellería de Cultura teña actuado para esclarecer os feitos denunciados. “Sexa por incompetencia ou por submisión, a Consellería está enviando unha mensaxe clara: a destrución do patrimonio non ten consecuencias para quen o destrúe”, denuncian. Por outra banda, ADEGA e Mariña Patrimonio danlle os parabéns ao Servizo de Protección da Natureza da Garda Civil pola súa rápida e eficaz actuación, “ xa que grazas ao seu labor localizáronse os restos espoliados e foron identificados os posibles responsables dos danos e do espolio da Casa dos Mouros de Lobeira”.
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Ecoembes, un negocio poco eco

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Ecoembes, la empresa que monopoliza el reciclaje de envases, se beneficia de un modelo de gestión poco ecológico y eficiente pero muy lucrativo.
Texto: Yago Álvarez, Genoveva López y Carlos Saavedra
Fotografía: David Fernández
La gestión de los envases en España está copada por una empresa: Ecoembes. Tras una imagen corporativa basada en el amor a la naturaleza y sociedades colaborativas se encuentran las multinacionales distribuidoras más grandes del planeta: Unilever, Coca Cola o Procter & Gamble, todas ellas conocidas por las numerosas denuncias queacumulan por graves daños al medio ambiente. Más de 2.200 empresas se han unido en un negocio tan opaco como lucrativo.
SIG, Sistema Integrado de Gestión, es el modelo de gestión de Ecoembes. En este sistema, una gran empresa organiza a los distintos actores que interactúan: administraciones públicas, ciudadanía y empresas de reciclaje.
La Comunidad Valenciana, gobernada por Compromís, Podemos y PSOE, ha intentado recientemente implantar un modelo mixto, añadiendo, además del SIG, el SDDR, Sistema de Depósito, Devolución y Retorno. Con este sistema, las personas pagan un poco más al comprar los envases y tras su devolución reciben una pequeña cantidad de dinero por el retorno.
La iniciativa de la Generalitat ha despertado una gran polémica por la virulencia con la que se ha opuesto Ecoembes. Las razones de la Comunidad Valenciana son claras: existen muchos envases que se quedan tirados en el monte o las calles que no llegan al contenedor amarillo y que con el SDDR serían reciclados. “Un SDDR favorece la recogida diferenciada de envases, permitiendo mejores tasas de recuperación, y abre la puerta a envases retornables, que permitirían la reutilización, con un menor coste ambiental que el reciclaje”, apunta Alberto Vizcaíno López, autor del blog productordesostenibilidad.es.
El modelo de negocio de Ecoembes es claro: cuantos más envases de usar y tirar se consuman, más ingresos obtiene
El SDDR se utilizaba en nuestro país hace años y en la actualidad está implantado en Alemania o Noruega. Sus cifras de recogida y reciclaje son mucho más altas que las nuestras. “En las encuestas que se han hecho en los últimos 40 años, existe un consenso del 85% por parte de los ciudadanos y ciudadanas, que ven con buenos ojos volver a esta práctica”, comenta Miquel Roset, director de Retorna, una organización que defiende el SDDR.33ELSALTO_1_GENERAL
El pastel valenciano
De los siete millones de envases consumidos diariamente en la Comunidad Valenciana, solamente dos acaban en la planta de reciclaje, previo paso por el ejército de contenedores amarillos distribuidos por toda su geografía. La repercusión ecológica (la mayoría de envases acaban en el fondo de los océanos) y económica (Ecoembes cobra por los siete millones de envases y no por los dos) de esta realidad ha provocado que la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente se haya lanzado a implantar el SDDR a partir de 2018.
Se cumpliría así con el mandato de las Cortes Valencianas, que en septiembre del pasado año votó pedir formalmente al Gobierno autonómico el impulso definitivo del modelo de retorno.
Enfrente, Ecoembes, la pléyade de marcas a sus espaldas y el poder mediático que arrastran. Pero en los cálculos y datos que ofrecen, algo falla. Las cifras que proporciona Ecoembes para la Comunidad Valenciana elevan el porcentaje de envases reciclados al 75%, frente al 25% que baraja la Administración valenciana.
Los datos de Ecoembes son dudosos, sobre todo si se tiene en cuenta que esta empresa, tras la primeras reuniones con los responsables de la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente de la Generalitat, prometió esfuerzos para poder doblar las cifras actuales. Las negociaciones para implantar el sistema a partir de 2018 entre todas las partes implicadas continúan.
Mientras tanto, el PP valenciano propone reforzar el actual sistema, el de Ecoembes, y Ciudadanos alega falta de información para emitir un veredicto sobre un sistema, el SDDR, que, aunque en distinto momento de desarrollo, se está pensando implantar en Baleares, Cataluña o Navarra.
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El modelo de negocio de Ecoembes es claro: cuantos más envases de usar y tirar se consuman, más ingresos obtiene. “Si se implantase un SDDR que sacase del sistema integrado los envases con más interés para el reciclaje, los resultados de Ecoembes se verían seriamente afectados, tanto en lo económico como en porcentaje de material recuperado —explica Vizcaíno—. Un modelo SIG como el que tenemos actualmente, basado en un contenedor amarillo de envases ligeros, obliga a mezclar muchos tipos de residuos y materiales diferentes, dificultando su posterior recuperación”.
En el resto del Estado, el problema con las cifras de reciclaje se mantiene, no salen las cuentas: “Asturias un 13%, Madrid un 47%… Quizá alguna otra comunidad autónoma lo esté haciendo francamente bien y consiga elevar la media, pero ¿cómo llegaríamos hasta el 75%? A estas alturas ya sabemos que las estadísticas oficiales sobre residuos no coinciden con las de la industria del envase de usar y tirar”, señala Vizcaíno.
Basta con cruzar las cifras anuales que presentan las empresas de envases fabricados y puestos en el mercado en el Estado: Coca Cola, 9.000 millones; la Asociación Nacional de Empresas de Aguas de Bebida Envasadas, 4.900… De los 17.000 millones de envases de los que presume la industria a la hora de hablar de volumen de negocio a los 7.000 millones de los que dice responsabilizarse.
Un negocio redondo
Las dos flechas enroscadas que identificamos como símbolo del reciclaje es lo que se denomina el punto verde, e indica que la empresa que produce el envase ha pagado una tasa para su gestión posterior. Esa tasa se cobra a los consumidores al comprar el producto. “Pagamos dos veces. Cuando compramos un envase pagamos el punto verde, y luego pagamos la tasa de basuras municipal”, dice Alodia Pérez, responsable de Recursos Naturales y Residuos en Amigos de la Tierra.
Ecoembes reparte muchos millones de euros entre los ayuntamientos cada año, en torno a unos 500, y eso le otorga mucho poder
Sin embargo, el contenedor amarillo no lo gestiona Ecoembes, sino los ayuntamientos. Las tornas se cambian y es la empresa privada la que paga a una Administración Pública por la gestión de un servicio a la ciudadanía. “Ecoembes reparte muchos millones de euros entre los ayuntamientos cada año, en torno a unos 500, y eso le otorga mucho poder”, dice Roset.
“Lo más perverso es ver cómo Ecoembes dice que se recicla el 70% y cómo el Ministerio acepta esas cifras, al menos públicamente. Nadie está poniendo en su sitio a esta empresa. Además, amenaza con que si ponen en marcha el sistema de retorno van a ir a la bancarrota y no van a poder dar el dinero que dan a los ayuntamientos”, añade Roset.
Una vez se han recogido los contenedores amarillos, el Ayuntamiento los lleva a las plantas de gestión de residuos, generalmente públicas. Allí los residuos se separan y una vez retirados los materiales del contenedor amarillo que no deberían estar ahí, los impropios, Ecoembes paga a los ayuntamientos según el peso de lo recogido. “Ecoembes debería pagar en función del número de envases que pone en el mercado, no en función de lo que se recoge en el contenedor amarillo. Si no están bien separados, los envases pueden acabar en vertedero o en incineradora”, admite Pérez.
A las plantas de gestión de residuos se dirigen los fabricantes y allí compran los envases a Ecoembes para volver a utilizarlos. “La asociación de empresarios de PET, el material que se usa para embotellar el agua, que sí compran restos, dice que les llegan muchos impropios, pero Ecoembes es la única fuente que tienen para comprar envases de segunda mano”, añade. Ecoembes, por tanto, cobra dos veces: a la ciudadanía por el punto verde y a los fabricantes por el material separado.
Existen estudios que demuestran que el SDDR es mucho más eficaz que el SIG, sin embargo, en España ha sido imposible implantarlo hasta ahora.
El lobby que realiza Ecoembes para mantener su imperio y defender su sistema de gestión es inmenso
El lobby que realiza Ecoembes para mantener su imperio y defender su sistema de gestión es inmenso. Ecoembes financia cátedras universitarias, periódicos, radios, organizaciones y campañas de publicidad. Patrocina la sección de medio ambiente de los periódicos de gran tirada, como El PaísPúblicoEl Mundo o eldiario.es, también la Cadena SER.
“Hablando con periodistas me han comentado que pueden hablar de cualquier cosa menos del sistema de depósito si el patrocinio lo realiza Ecoembes”, comentan en Amigos de la Tierra. “La única cátedra que se dedica al estudio de los residuos en la Universidad Politécnica de Madrid es la Cátedra Ecoembes. Recientemente ha sacado estudios con las universidades de Alcalá de Henares y Valencia sobre lo perjudicial que era el sistema de depósito, con muy poco rigor. Para calcular los costes del sistema, por ejemplo, han utilizado el precio del metro cuadrado de la calle Serrano de Madrid, que evidentemente no es significativo ni similar al metro cuadrado de los comercios al uso”, denuncia Pérez.
Una S.A. “sin ánimo de lucro”
Si hay algo que llama la atención de esta empresa es su forma jurídica. Ecoembes es una “sociedad anónima sin ánimo de lucro”. Este apellido, sumado a su monopolio del reciclaje, facilita mostrar una imagen de ONG medioambiental. Pero esa imagen se resiente cuando comprobamos quién está detrás del accionariado de esta S.A. Son más de 12.000 empresas las que están adheridas al sistema de Ecoembes, pero solo unas 60 conforman su accionariado.
El 60% del accionariado está controlado por el “grupo de envasadores”, en el que se encuentran la mayoría de las grandes compañías de alimentación y bebidas, las principales productoras de envases. Gigantes como Campofrío, Bimbo, Danone, Nestlé, L’Oréal, Procter & Gamble o Henkel se unen en este curioso accionariado sin ánimo de lucro a PepsiCo y a Coca-Cola, representada mediante la Asociación Nacional de Fabricantes de Bebidas Refrescantes.
Otro 20% lo representa el “grupo de materias primas”, en el que se encuentran las mayores asociaciones de reciclaje de materias primas, como Cicloplast, la Asociación Ecológica para el reciclado de hojalata (Ecoacero), la Federación Española del Envase de Madera (Fedemco) y productores de envases específicos como la conocida Tetra Pak, responsable de los ampliamente utilizados tetra briks, muy criticados por su difícil tratamiento para el reciclaje.
La quinta parte restante del accionariado está en manos de otro de los principales actores en la cadena de los residuos, las grandes cadenas de supermercados: Carrefour, Alcampo, Día, El Corte Inglés o la valenciana Mercadona.
La presencia de estas empresas se hace más clara al ver la composición de su junta directiva. Aunque la cara visible es la de su consejero delegado, Óscar Martín, el presidente es Ignacio González Hernández, consejero delegado de Nueva Pescanova S.L., empresa resultante de la quebrada Pescanova S.A. El secretario, Ignacio Larracoechea, es presidente de Promarca, un lobby que engloba a la mayor parte de los fabricantes líderes de sectores como la alimentación, la bebida o la perfumería, y que tiene como principal misión la de ensalzar la imagen de las marcas de los fabricantes que la conforman frente a las marcas blancas. Además, entre los consejeros de Ecoembes podemos encontrar representación de Pepsi, L’Oréal, Danone o Carrefour.
También es llamativa la retribución del “personal de alta dirección”. El selecto club de 10 personas que dirige esta sociedad sin ánimo de lucro se embolsó 1.610.000 euros en 2015, un 9% más que el año anterior, con un sueldo medio de 13.416 euros por directivo al mes.

Aquí podéis escuchar esta pieza sobre Ecoembes de El Salto Radio:

Uber es un peligro para las ciudades españolas, aunque la carrera salga más barata

Iñigo Sáenz de Ugarte
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La movilización de los taxistas en España contra Uber que se ha celebrado este miércoles puede hacer pensar a la gente que este es un conflicto entre dos tipos diferentes de transporte privado. Sí, lo es, pero hay algo mucho más importante detrás, incluso para la gente que casi nunca coge un taxi y que nunca ha contratado un servicio en Uber u otra empresa de esas características.
Es un conflicto por el modelo de ciudad. La apuesta debería ser el transporte público y una ciudad menos agresiva con el peatón, es decir, con el ciudadano. Uber supone ir en la dirección contraria, precarizar aún más las relaciones laborales y condicionar el desarrollo futuro de las ciudades. 
En el blog Alphaville del FT, recuerdan unas palabras de Robert Caro, el célebre historiador norteamericano, autor de una obra fundamental sobre el presidente Lyndon Johnson, y otra que es la que nos interesa ahora: The Power Broker, la historia de Robert Moses, el funcionario que nunca tuvo un cargo electo y que fue el gran creador y ejecutor del desarrollo urbanístico de Nueva York a lo largo de varias décadas. Moses es una figura admirada en la historia de la ciudad –fue mucho más influyente que la mayoría de los alcaldes tras la Segunda Guerra Mundial–, pero tuvo también una influencia terrible, como destacaba Caro:
"Toda la gente que vive en el noreste de Queens o Co-op City en el Bronx, y todo Suffolk y todo el condado de Nassau, está condenada a usar el coche. No es fácil que puedan usar el transporte colectivo. Moses tuvo esa visión increíble, y no digo visión en el sentido positivo. Es por eso que construyó puentes tan bajos. 
Recuerdo a su asesor, Sid Shapiro. Pasé mucho tiempo intentando que hablara conmigo, y al final lo hizo. Y usó estas palabras que nunca he olvidado. Dijo que Moses no quería que los pobres, en especial los pobres de color, usaran la playa de Jones, así que hizo que se aprobara una legislación que prohibía el paso de autobuses por las grandes avenidas.
Y luego estaban estas palabras, y aún puedo oírle cuando las pronunciaba. 'Siempre se puede cambiar las leyes. Pero es muy difícil tirar un puente una vez que se ha levantado'. Por eso construyó 170 o 180 puentes que eran demasiado bajos para (permitir el paso de) autobuses".
Algunos de los desarrollos urbanísticos promovidos por Moses permitieron que centenares de miles de neoyorquinos de clase media tuvieran la opción de ir los fines de semana en sus coches a las playas. Moses se ocupó con la altura de los puentes de que los autobuses no pudieran llegar hasta allí, y los autobuses eran en esa época el medio de transporte que se podían permitir los neoyorquinos de raza negra.
No existe el urbanismo inocente.
La política de transporte de una ciudad o región también tiene repercusiones económicas, sociales y medioambientales que van mucho más allá de los objetivos inicialmente adoptados. Primar un tipo de transporte sobre otro supone facilitar o no la movilidad social o el acceso de los habitantes de la periferia al centro. Apostar por el coche o el autobús influye de forma directa en la salud de los ciudadanos, o al menos eso es lo que dice la OMS (para sorpresa del PP de Madrid, todo hay que decirlo). 
Como modelo, Uber supone incrementar la privatización de la gestión del transporte concediendo un poder singular a una gran corporación cuestionada por sus prácticas laborales incluso en países donde el clima político le es más favorable. La elección de su campo de negocio no es casual ni tampoco sus métodos.
"¿Por qué eligió Uber a los taxis?", dijo Douglas Rushkoff. "¿Porque quería quedarse en el negocio del taxi porque es una industria genial que le iba a permitir crear una compañía multimillonaria? No, es porque los taxis son una industria ineficiente, terrible, de crecimiento lento y casi insostenible, lo que quiere decir que puedes tomar el control si tienes el capital suficiente". 
Esa descripción del funcionamiento del taxi en ciudades norteamericanas podría aplicarse a muchas españolas sin ningún problema. Las zonas periféricas reciben un servicio escaso. Es un supuesto servicio público regulado en el que los beneficios económicos quedan en manos privadas, y son lo bastante cuantiosos como para que las licencias se conviertan en un valioso activo (atentos a la frase: "La venta de licencias de taxi es nuestro plan de jubilación"). El regulador no se ocupa de intervenir si las licencias alcanzan un precio astronómico en el mercado secundario. Es otro ejemplo de supuesta mano invisible del mercado favorecida por los gobiernos locales en favor de aquellos que cuentan con el privilegio de tener una licencia. 
Incluso así, el sistema del taxi no tiene repercusiones fuera de su mundo. Un Ayuntamiento no puede decir que el sistema local de transporte funciona mal porque haya pocos taxis (será por otras razones, y de su responsabilidad). Ni que ese modelo afecte a otras profesiones.
Uber ha generado el concepto de uberización por su capacidad de ejemplo para otros sectores, donde la precarización genera nuevas oportunidades de negocio. El trabajador aporta los medios para realizar su función y la empresa le facilita los clientes. En la base del modelo de Uber está conseguir que sus empleados sean en realidad usuarios de su sistema (o "contratistas independientes", como a ellos les gusta decir), y que por tanto no esté obligada a tener con ellos ninguna responsabilidad de orden laboral.
Una noticia reciente en EEUU simboliza esa actitud. En Seattle, la compañía amenaza con abandonar la ciudad si se le aplica una ley local aprobada en 2015 por la que los trabajadores de Uber tienen derecho a afiliarse a sindicatos o formar uno propio para negociar un convenio. Esa norma –ahora recurrida en los tribunales–  es una amenaza existencial al modelo de Uber. Y esa norma es a fin de cuentas un elemento fundamental de las relaciones laborales en España, al menos mientras no se cambie la Constitución y el Estatuto de los Trabajadores. El Uber auténtico no tiene sitio en este país.
Los puentes levantados por Moses en Nueva York no sólo eran importantes para los que circulaban por arriba, sino también para los que no podían circular (en autobuses) por abajo. Esas decisiones urbanísticas y de transporte tuvieron una influencia determinante a lo largo de décadas. No se cuestionaron porque los que circulaban por arriba tenían más influencia política que los de abajo.
La liberalización que exige Uber, una empresa privada con lógico afán de lucro, beneficiaría en primer lugar a la propia compañía y también a muchos de sus clientes habituales, y perjudicaría a los que no son sus usuarios, a sus conductores precarizados y a la comunidad en su conjunto. 
El coste de abrir la puerta a Uber sería muy caro, aunque el precio de la carrera fuera menor.
La alternativa a los taxis no es sustituirlos por coches privados gestionados por Uber tras una completa liberalización. La prioridad no es reducir el precio del transporte en vehículo privado (sea un taxi o un  uber), aunque eso beneficie a las personas cuyo poder adquisitivo les permite pagar un taxi con frecuencia y que quieren gastar menos. La alternativa debería ser un modelo de ciudad diferente con una mayor presencia del transporte público y de las zonas peatonales. Con más aire limpio y menos polución por los combustibles fósiles. Sin tantos taxis y, desde luego, sin ningún Uber.

El fiscal del paraíso

JUAN CARLOS ESCUDIER
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Un grupo de fiscales ha iniciado una campaña en sus cuentas personales de Twitter para dejar en evidencia al jefe de la Fiscalía Anticorrupción, Manuel Moix, copropietario de una sociedad en Panamá que posee un chalet de lujo en la sierra de Madrid, tal y como ha desvelado Infolibre. “Soy fiscal y no tengo ninguna sociedad en Panamá” han empezado a tuitear los fiscales en un vano intento de sacar los colores a Moix, que no es de los que se ruborizan fácilmente.
Lo de estos fiscales no es para presumir. Por todo lo que hemos venido sabiendo en los últimos tiempos lo realmente anormal es no tener alguna empresa activa o inactiva en uno de estos paraísos, ya sea voluntariamente o por generación espontánea, como le ocurrió al exministro Soria, que un buen día descubrió que él y su hermano dirigían una sociedad en las Bahamas de la que no tenían constancia porque eran gente muy ocupada y no podían estar en todo.
Desde la hermana del emérito, por eso de que la realeza está siempre a la vanguardia del pueblo llano, hasta Carmen Lomana, pasando por políticos, empresarios, deportistas, espías, periodistas, actores, filántropos, médicos, clubes de fútbol y bancos, lo de montar sociedades ocultas a Hacienda se ha convertido en una tradición tan española como los toros, la siesta o la tortilla de patatas. Si en los años 60 del siglo pasado los padres abrían cuentas de ahorro a los recién nacidos, ahora les montamos una offshore en las Caimán y en el reverso de la medalla del niño Jesús les grabamos la dirección del bufete Mossack Fonseca por si se pierden en el supermercado. Lo de la empresa de Moix es lo más normal del mundo. ¿Por qué si no iba a apellidarse fiscal el paraíso?
A diferencia de otros países, donde hay una relación directa entre la tenencia de estas compañías y la defraudación tributaria, en España lo habitual es que sus titulares sean contribuyentes ejemplares con transparentes bolsillos de cristal de Bohemia, despistados como Soria que no recuerdan para qué demonios eran aquellos papeles que firmaron, incautos que hicieron caso a sus asesores legales y a los que denunciarán si se demuestra que evadieron impuestos sin su consentimiento, o involuntarios receptores de herencias familiares, más conocidos como pujoles, y entre los que se encuentra la familia Moix y su casoplón con piscina cubierta y vistas a Guadarrama.
Como no podía ser de otra forma, Moix ha afirmado que todo es legal ya que, de no haber sido así, él mismo se habría denunciado y la UCO le habría hecho un informe fetén, que para eso es un fiscal inflexible salvo con los que se llaman Ignacio González y sus amigos. Tal y como ha explicado, a partir de 2012, tras recibir el legado panameño de su progenitor, los afligidos herederos declararon a Hacienda la existencia de Duchesse Financial Overseas. Hubieran querido disolverla en estos cinco años pero, lo que son los imponderables, alguno de sus hermanos no podía hacer frente a los costes y el resto no iba a adelantarle la pasta. “Uno no puede tirar una herencia a la basura. Tendrá que aguantarse con la herencia hasta que la pueda legalizar”, dijo en la Cadena Ser. Legalizar lo que, según él, ya era legal es digno de un fiscal intachable, pero muy caro por lo visto.
¿Que por qué papá Moix compra una vivienda a su nombre y al de su santa y al año siguiente traslada su titularidad a una sociedad panameña de la que son únicos accionistas? Primeramente, para ahorrarse la tributación por imputación de rentas inmobiliarias en su IRPF, aunque parece un traje demasiado elegante para ir a merendar al campo. Se infiere por tanto que existía una segunda intención, que no podía ser otra que no tributar por las ganancias patrimoniales futuras en el supuesto de que la vivienda fuera vendida.
Por resumir, el fiscal Moix recibe en herencia una sociedad panameña y se convierte en propietario de la cuarta parte de un chalet de 500 metros cuadrados. Los hermanos conocen la existencia de Duchesse Financial Overseas no al morir su madre en 2008 – como afirma el fiscal- sino 20 años antes, hasta el punto de que la mayor de ellos es apoderada de la misma desde 1988. Declaran a Hacienda la existencia de la firma en 2012, tras 24 años fuera del control de la Agencia Tributaria, pero a día de hoy siguen sin “legalizar” el pastel y sus superiores se enteran del dulce por la prensa. “Es ético que los hijos hereden de los padres”, ha sentenciado el caballero por toda justificación.
Quienes denunciaban que Moix fue nombrado fiscal anticorrupción para complacer los deseos del Chino de la coleta que una vez fue presidente de Madrid y que en su designación se pasó por alto su inexperiencia en ese terreno se equivocaban, al menos, en esta segunda parte. Moix llevaba años preparándose para el cargo. Obligarle ahora a dimitir sería tirar a la basura sus conocimientos y experiencia en lo que a la corrupción se refiere. Un desperdicio, vaya.
Como guardar un sombrero de Panamá 








domingo, 28 de maio de 2017

Cinco discos censurados por el franquismo: el destrozo causado a las portadas originales

HENRIQUE MARIÑO
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Censura moral, censura política, censura religiosa… El periodista y crítico musical Xavier Valiño analiza cinco portadas censuradas por el franquismo. Hay decenas de ejemplos más, que pueden ser consultados en el libro Veneno en dosis camufladas (Editorial Milenio), un arduo trabajo de investigación que revela por qué los censores se aplicaron con la tijera. Aunque algunos de los motivos saltan a la vista...

Sticky Fingers - The Rolling Stones

“Suponemos que lo que le llamó la atención al censor fue el paquete, aunque no existen pruebas escritas. Curiosamente, fue la única ocasión en la que la compañía española no hizo otra portada, sino que llamó a la central en el Reino Unido para pedirles si era posible que diseñasen una portada específica para España”, explica el autor de la web Ultrasónica. “La foto es de Phil Jude y el diseño, de John Pasche, quien me reveló que hubo que agujerear una mesa y una lata para que una mujer —que estaba debajo de la mesa— pudiese meter la mano y luciese sus dedos grasientos”.

Mama Rock & The Sons Of R'n'R - German Rock Scene

“Ésta es una de las doscientas portadas censuradas durante el franquismo por una cuestión moral, que no sólo incluye los desnudos, sino cualquier trozo de carne. Para evitar que se mostrase el culo de una mujer, se le añadió el trasero de un elefante”, comenta Xavier Valiño. “El resultado es un ser amorfo y extraño, pero eso no fue lo peor… Al añadir el animal, se pierde la relación entre la imagen y el título del disco, Mama Rock & The Sons Of Rock 'n' Roll, pues la joven encarnaba a la madre del rock”.

World, Devil & Body - Los Brincos

“Aunque estos torsos masculinos hoy en día parezcan muy inocentes, en su día varias portadas fueron censuradas por mostrar el pecho de un hombre”, asegura el colaborador de Efe Eme y Ruta 66. “Menos mal que Fernando Arbex, batería y compositor de Los Brincos, recuperó años después la portada original cuando se reeditó en disco compacto”. Si bien la foto no incitaba al pecado carnal y aún así fue proscrita, con el título se lo pusieron a huevo a los censores: Mundo, Demonio y Carne.

Sometime In New York City - John Lennon

“Mientras que los tres casos anteriores se circunscriben a la censura moral, aquí nos encontramos con un caso de censura política. Sometime In New York City, de John Lennon, es el disco donde más elementos se han censurado”, afirma Xavier Valiño, quien invita al lector a fijarse en las ocho —u ochenta— diferencias. Un par de pistas: “Mao y Nixon bailan desnudos en el original, mientras que en la edición española son sustituidos por una Estatua de la Libertad a la que le falta la antorcha… o, si lo prefieren, el puño. Pero, sin duda, lo que más llama la atención son los garabatos que hacen ilegibles los textos”. Faltan seis...

Sabbath Bloody Sabbath - Black Sabbath

“Éste es un ejemplo de censura religiosa, motivada por la presencia de un demonio —representado por la calavera y el 666— a punto de abrazar a un moribundo sobre el que se abalanzan hombres y mujeres desnudos”, describe el autor de Veneno en dosis camufladas. Eso motivó que en España se publicase en su lugar la contraportada del disco, de manera que el título pierde el sentido —traducido: Sábado, sangriento sábado—. “Al final, la imagen de la versión editada en nuestro país parece más un velatorio que una orgía satánica”, concluye el crítico musical. Por el camino también se ha extraviado una canción, Who Are You, donde la banda liderada por Ozzy Osbourne le pregunta al diablo: ¿quién eres tú?

¿Por qué mi hijo se convirtió en un terrorista?

Alexandra Gil
http://www.eldiario.es/
"Muchas veces pienso que Quentin podría haber estado en el Bataclan, pero no entre los terroristas, sino del otro lado. Del lado de la vida. Y no en el oscurantismo, ¿entiende? En otra vida mi hijo podría haber estado escuchando aquel concierto. Tenía la misma edad que esos jóvenes que murieron aquella noche. ¿Por qué? ¿Por qué no estaba en el lado de la vida?".
Hoy Europa mira a Manchester y se hace la misma pregunta que esta madre de un yihadista francés me formuló por vez primera hace un año.
A Quentin, de familia católica, lo reclutó un joven en Sevran, una ciudad a las afueras de París. Antes de fingir un viaje a Alemania e irse a Siria a morir por Alá, tocaba el piano, tenía novia y estudiaba kinesiología. "Mi hijo tenía planes aquí" es una de las frases que más escucho en boca de las madres de yihadistas con las que sigo en contacto tras la publicación de 'En el vientre de la yihad'.
A menudo, tras un atentado como el que golpeaba a Reino Unido esta semana, un paseo veloz por las redes sociales nos basta para observar que los primeros alaridos de incomprensión se dirigen hacia los servicios de inteligencia. Un gesto en ocasiones comprensible cuando recordamos errores de coordinación como los cometidos en Bélgica con Abdelhamid Abaaoud, cerebro de los ataques de París, o en Francia con los hermanos Kouachi, autores del atentado en la sede de Charlie Hebdo.
Europa despertó tarde. Según el último informe del Centro de Análisis de Terrorismo (CAT), 5.800 ciudadanos europeos han llegado hasta hoy a una de las dos zonas de combate desde 2013. Cerca del 70% de ellos provenía únicamente de tres países: Francia, Reino Unido y Alemania. Citaré como ejemplo el caso de nuestra vecina Francia por ser el país europeo más tocado por este fenómeno. Un total de 2.299 ciudadanos están implicados en redes yihadistas y la cifra de retornados ya supera los 200, sin que la decepción de lo que hallaron en Siria vaya necesariamente de la mano del arrepentimiento o la renuncia a su militancia. Sin embargo, y a pesar de las llamadas de socorro de asociaciones de barrios desfavorecidos abordando una fractura en el tejido social, un despliegue de discursos de odio y un repliegue comunitario; a pesar de los múltiples informes elaborados en la última década por sindicatos penitenciarios alertando de que las superpobladas cárceles (58.000 plazas para 70.000 presos) eran "escuelas de yihadismo" entre rejas; a pesar de haber sido testigos de la huida desde 2013 de cientos de jóvenes nacidos y educados en Francia, se esperó hasta 2014 para aplicar el primer programa de "desradicalización" y hasta 2015 para lanzar en Twitter la cuenta StopDjihadisme y dos clips de prevención contra la radicalización violenta. Solo en ese año, Daesh había publicado 18 revistas en 11 idiomas diferentes y había difundido en redes sociales 800 vídeos y 15.000 fotografías propagandísticas.
Esta, la de la búsqueda de fallos y responsabilidades colaterales se ha convertido en la primera reacción de quien asiste anonadado a una masacre como la de Mánchester. Muy a menudo el recorrido de nuestra mirada crítica termina ahí, arrastrados por la bulimia de la información en 140 caracteres. Y cuando los programas en directo dejan de bombardear en bucle una insultante falta de información, ("22 personas han muerto. No, al final son 18. Parece que hay otro tiroteo, pero no está confirmado. No era un tiroteo, pero no cambien de canal"). Cuando ya no quedan más vecinos a los que preguntar si el yihadista en cuestión saludaba o no en la escalera, si rezaba o si comía carne halal; cuando ya hemos preguntado a todos los padres de Manchester cómo de destrozados están, en una escala del uno al diez, por la muerte de sus hijas; cuando ya hemos dejado el sentido mismo de nuestra profesión por los suelos, llega ese ensordecedor silencio. Y el cambio de hashtag.
Porque menos numerosas son las voces que se alzan para preguntarse cómo pudo gestarse el monstruo en el seno de nuestras sociedades. Esa cuestión es más incómoda. Después de más de un año de investigación, creo haber comprendido que todavía hay quien piensa que analizar los factores que favorecen la existencia de un fenómeno es, de un modo u otro, justificarlo. Y así nos va.
Frente a nosotros, en cambio, tenemos a un enemigo que sí analiza. Que se sirve de las herramientas democráticas que rechaza para resquebrajar el tejido social desde su interior. En junio de 2016, el jefe de la Dirección General de Seguridad Interior (DGSI), Patrick Calvar, diagnosticaba la aparición de grupúsculos de extrema derecha y la amenaza real de una guerra civil. "Uno o dos atentados más y la confrontación tendrá lugar", alertó. Su análisis no terminaba ahí. También recordaba la capacidad de mutación del modo operatorio de Daesh y el peligro real de un despliegue de artificieros enviados a suelo europeo con la única misión de organizar atentados con coches bomba sin necesidad de sacrificar a sus combatientes.
Ante nosotros, pues, encontramos una organización terrorista con una apabullante capacidad de adaptación que estudia no uno, sino todos los puntos débiles de nuestra sociedad. Que ha desarrollado la capacidad de ofrecer a egos rotos nacidos y educados en Europa una revancha social contra sus propios valores.
No es casualidad que el objetivo en noviembre de 2015 fuesen las terrazas de París un viernes por la noche, como tampoco lo es que Salman Abedi fijase como escenario de su vil masacre la salida de un concierto repleto de adolescentes. Ni que Abdelhamid Abaaoud, abatido en Saint Denis in extremis horas antes de llevar a cabo la segunda parte de su plan en París, tuviese como objetivo un atentado en una guardería y en un centro comercial. Tampoco es fruto del azar que, en un momento de máxima alerta y despliegue de seguridad, el yihadismo europeo se esté fundiendo en la clandestinidad. La taqiya (o disimulo) es para Daesh un arma de guerra como otra cualquiera. El yihadismo analiza, muta y golpea. No duda en aunar sus fuerzas a la hora de desplegar en suelo europeo a predicadores de un islam radical en nombre de una libertad de expresión contra la que lucha cobardemente asesinando a caricaturistas.
Tras haber convivido con ellas durante un año, suelo pensar que las madres de estos yihadistas se hacen a sí mismas las buenas preguntas, con la única intención de reconstruir el puzle que rompió sus vidas. "¿Por qué mi hijo pudo coger aquel avión si estaba fichado?", "¿Por qué regresó de Siria y pudo esconderse en casa durante un mes antes de ser arrestado? ¿Cuántos como él hay hoy en sus casas?" "¿Por qué el imán que lo adoctrinó sigue ejerciendo en una mezquita de París?" "¿Encontró mi hijo en el yihadismo una sacralización de la rabia hacia su propio país?" "¿De dónde le venía esa rabia?" "¿Por qué mi hijo entró ateo a la cárcel y salió de ella tres meses después convertido en un salafista?", "¿Por qué morir allí fue más atractivo para mi hija que vivir aquí?" " ¿Por qué en Francia un joven llamado Mohamed tiene cuatro veces menos oportunidades de encontrar trabajo que otro, con el mismo currículum, llamado Michel?"
Lo cierto es que estas madres no siempre obtienen respuestas, pero en estas dudas que corroen sus entrañas se reflejan los errores de Europa y los nuestros como sociedad.
¿Estamos haciendo lo  necesario para impedir que más jóvenes se unan a la yihad? Sí. John Dorrian, portavoz de la coalición, anunciaba esta semana que el número de yihadistas que llega hoy a Siria o Iraq se ha derrumbado un 95% en los últimos dos años, cuando el flujo de combatientes de todas las nacionalidades alcanzaba los 1.500 al mes. Hoy la cifra ronda el centenar. ¿Significa esto que la ideología yihadista ha dejado de tener cabida en nuestras sociedades? En absoluto.
Frente a nosotros, el caos espera. Y es paciente. Cuando, en agosto de 2016 Daesh perdió la ciudad de Manbij (Siria) su órgano propagandístico difundió un vídeo con este eslogan, que resume el reto al que nuestra sociedad va a enfrentarse en los próximos años: "Hemos perdido una batalla, pero hemos ganado una generación que conoce a su enemigo".