xoves, 15 de febreiro de 2018

La revolución urinaria: hombres que mean sentados


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Tenía unos 16 años, no más. Estaba en casa de un amigo cuando necesité vaciar la vejiga, así que entré en el baño y me senté. Decidí orinar sentado, no recuerdo la razón. En ese momento abrió la puerta su hermano de 10 años. Yo grité que cerrara, que estaba haciendo pis, pero él me vio de refilón y al salir preguntó: «¿Haces pis como las chicas?». Me sentí avergonzado. El caso es que el chaval preguntó sin maldad; por simple curiosidad. Le habían enseñado a orinar de pie –como a su padre, como a su abuelo– y solo quería contrastar información. En realidad su pregunta era: «¿Podemos hacer pis sentados?».
Obviamente. De hecho, algunos países intentaron elevar el tema a la categoría de norma. En Taiwán, por ejemplo, el ministro de Medio Ambiente impulsó hace seis años una campaña en favor de la micción posada. Stephen Shen adujo razones higiénicas para pedir a los gobiernos locales que colocaran carteles en los aseos sugiriendo un cambio de hábitos a los usuarios masculinos. «Queremos aprender de Japón», dijo en su día, «donde el 30% de los hombres se sientan». De este modo, pretendía diluir las salpicaduras en las tapas de los más de 10.000 baños públicos que contiene la isla.
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Esta inquietud higiénica es una preocupación global sobre la que sus responsables rara vez se hacen cargo. Las gotas en la taza, los charcos en el suelo, la tapa siempre levantada y –uf– ese maldito hedor. Media población sufre y la otra media se escaquea jugando las bazas del descuido y la naturaleza: ¿quién puede detectar una gota prófuga?, se excusa el humilde. ¿Qué culpa tengo de regar con manguera ancha?, se jacta el soberbio. En ambos casos la solución pasa por apretar el nalgatorio contra la trona. Es preventivo y oportuno, tal como escribe el felizmente ensillado periodista Phil Robinson: «Los hombres que orinan de pie en un váter diseñado para sentarse probablemente sean psicóticos. Es un gran abuso de la tecnología; como utilizar un iMac para jugar al Pong».
El periodista de The Telegraph despacha el asunto con sorna. Sin embargo, dentro de las fronteras europeas, el debate también cobró cierta gravedad gracias al escaparate político. Concretamente, en 2012, el Partido de la Izquierda en Södermanland (Suecia) intentó obligar a los hombres del consejo a orinar sentados cuando estuvieran en las instalaciones del gobierno. El instigador de la medida, Viggo Hansen, aportó para la causa razones higiénicas y argumentos de salud en los que luego repararé.
Antes merece la pena rescatar una última refriega en torno a la postura de evacuación. Es el caso más relevante. Hablo de Alemania. El país germano tiene una historia interesante relacionada con esta cuestión que dio comienzo a principios del siglo XXI, cuando  los 400 inquilinos de un bloque de pisos en Radeburg recibieron una circular conminándoles a orinar sentados o pagar el recambio de los radiadores del baño. Según un informe pericial, los radiadores de los domicilios habitados por hombres se oxidaban más rápido que los de mujeres teóricamente a causa de las gotas de ácido úrico.
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No es el único caso. Cuatro años más tarde –en 2004– un juez de Düsseldorf falló a favor del inquilino después de que su casero le retirara la fianza por «destrozar» el suelo del baño con su pis. Aunque se demostró que el origen de los daños era efectivamente ese, el juez reconoció el derecho a orinar de pie. Ninguno de los dos casos pasaron desapercibidos y la sociedad germana hubo de tomar partido entre los stehpinklers (hombres que defienden mear de pie) y los sitzpinklers (los que se sientan). Entre quienes se defienden con pegatinas de Hier wird gepinkelt sitzend (aquí se orina sentado) frente a quienes lo hacen con eslóganes del tipo Stand Up for your Rights (Levántate por tus derechos)Guerra de guerrillas en las barricadas de la masculinidad.
Porque al final se trata de eso. El debate pincharía sin el componente identitario. En el contexto germano un acérrimo stehpinklers llegó a publicar un libro titulado ¿Es orinar de pie el último bastión de la masculinidad? Le planteo la cuestión al experto en masculinidades Ritxar Bacete: «Evidentemente, mantener la hombría hegemónica pasa por orinar de pie, con una mano manipulando el pene para provocar el mayor estruendo posible y con el puño de la otra mano cerrado contra la cadera. La imagen de cowboy que hasta en la soledad del baño mantiene intacta su hombría, es radicalmente incompatible con mear sentado. ¿Imaginan a John Wayne o a Pérez-Reverte dejando las cartucheras a un lado y sintiendo en sus posaderas el tacto suave de la tapa del baño? No lo creo», resuelve.
«Orinar de pie es un símbolo de las resistencias numantinas de algunos hombres a abrazar modelos de masculinidad sensibles, diversos e igualitarios frente a quienes lideran anónimamente, sentados en miles de baños, esta revolución pacífica y callada. En definitiva, exonerar los líquidos del cuerpo no es una cuestión identitaria, sino una necesidad biológica, por lo que nada hay de más o menos hombre en hacerlo de pie o sentado, aunque sí está en juego el elemento civilizatorio, higiénico y relacional que representamos quienes nos sentamos», añade el autor de Nuevos hombres buenos.
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Para Ritxar Bacete, la vieja masculinidad está en extinción del mismo modo que los mamuts en su declive, poderosos pero finiquitados por la historia. Considera que los hombres atravesamos una crisis sana alimentada por el empoderamiento de las mujeres y que la transformación feminista que modifica el mundo también cambia nuestro marco mental, incluso en el terreno de la higiene. «Solo los últimos machos tóxicos siguen haciendo ruido y daño», opina el experto hablando en un plano más general. De vuelta al urinario y en lo que allí se entiende por masculinidad ordinaria, cabe mencionar un par de casos que la impugnan: Messi y Luis Suárez mean sentados. Lo confesaron en una entrevista. El rey del fútbol se sienta en la taza y –palabra de Messi– la manda para abajo.
El argentino habló de una decisión desprejuiciada motivada por el sueño mañanero, tampoco le dio muchas vueltas. En otras ocasiones, sin embargo, la acción se acompaña de cualidades casi milagrosas. Aquellos que defienden el gesto por un hipotético beneficio sobre la salud argumentan que ayuda a destensar la musculatura de la vejiga, que relaja la próstata y que mejora de manera considerable la vida sexual. Pero ¿qué dicen los urólogos? Habla el doctor Errando, de la Fundació Puigvert: «Para orinar uno no aprieta, la vejiga es un músculo de contracción automática. Sin embargo, podemos orinar cuando queremos gracias a una maniobra gatillo que se logra relajando el suelo de la pelvis. Por tanto, es más fácil iniciar la micción sentados, sí, pero no tiene que ver con la musculatura de la vejiga», matiza.
¿Y qué ocurre con la próstata, la repara? «En realidad, no tiene mucho que ver. De hecho, yo diría que es al contrario. Hay pacientes con dificultad para orinar cuya vejiga no les es suficiente, porque la próstata obstruye la salida de la uretra. En esos casos tienen que hacer un poco de esfuerzo abdominal y este siempre es más eficaz de pie», aclara. Ni destensa ni repara. ¿Acaso desinfecta? En este punto, el urólogo Alberto Pérez-Lanzac, del Hospital Ruber Internacional, despeja suspicacias sobre si el pis contagia enfermedades: «La orina es estéril solo cuando sale; conforme va bajando hasta la vejiga empieza a tener bacterias,  pero estas bacterias no son patológicas». O sea, salvo rarísimas excepciones, no hay contagio posible. Solo mal olor.
El debate, por tanto, se disputa en términos de higiene y masculinidad. Stehpinklers contra sitzpinklers.John Wayne contra Messi. ¿Podemos hacer pis sentados? Claro, chaval. Y tanto que podemos.

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